jueves, 2 de febrero de 2017

Apurado


No tenía mucho tiempo -quién lo tiene en éstos días?-, pero era imperioso llegar. Corrí, lo más rápido que pude. Tan rápido que apenas tenía tiempo de ver lo que tenía por delante. Fué tan así que tuve que saltar un pozo que apareció sorpresivamente, pero no calculé su anchura… y ya en el aire me dí cuenta que era imposible  llegar al otro lado. Por por suerte, también divisé en ese instante, una tubería saliente en medio, sobre la cual pude afirmarme y saltar nuevamente, ahora sí al otro extremo. Maldije por lo bajo a los gobernantes, por ser tan descuidados con la vía pública.

Caí sobre algo redondeado y duro, que cedió ante mi peso. En una mirada fugaz hacia atrás me pareció que era una tortuga. Quizás la mascota de un niño que se había escapado. Pensé en el pobre niño buscando su mascota y en el pozo anorme y peligroso… pero me deshice rápidamente de la idea. Quizás sólo había sido una piedra, y no podía quedarme a comprobarlo. El tiempo apremiaba y TENÏA que llegar.

 

Mas o menos, a mitad de camino, escuché que se hacían algunos disparos. No sé si mi reacción fué a causa de ver tantas películas de acción, pero me tiré al suelo. Podría jurar que ví pasar las balas por encima mío. Pensé en la inseguridad de nuestro país, en la gente con armas sin controlar… Me incorporé y corrí nuevamente, alejándome del peligro.

 

Y ya casi llegando a mi destino, tuve que saltar otro pozo ésta vez sabiendo que podía llegar tranquilamente al otro lado, aunque nunca ví el ladrillo que colgaba sobre él. Me golpeó en la mano, o mejor dicho, mi mano fué la que lo golpeó. El ladrillo se partió y el dolor fué muy intenso, pero no sé si a causa de la adrenalina sólo duró un instante. Yo seguí corriendo.

 

De repente confusión total. Debo haber dado una vuelta equivocada (o quizás no). Estaba en un lugar que no reconocía. Tampoco tenía idea de la fecha. Y adelante mío, había un dragón. Un dragón!. Inmediatamente deduje que estaba en un barrio de comunidad china, y estarían festejando el año nuevo. El típico puente de maderitas terminaba de transformar mi sospecha en certeza. La gente que lo personficaba eran atletas extraordinarios: Bailaban y daban saltos impresionantes. De hecho, si lo hubiera visto volar no hubiera podido distinguirlo de un dragon verdadero.
 E incluso, tiraba cañitas voladoras (o algún otro fuego artificial) por la boca, simulando fuego real.
"Cuidado con eso!" les grité mientras me agachaba para esquivar uno.

Los disfrazados no me deben haber escuchado, porque seguían bailando y tirando sus fuegos como si nada. Logré esquivarlos con cuidado para seguir mi camino, (en mi apuro tropecé con una madera, ya saliendo del puente (casi me doblo el pié, pero no pasó de un susto).
Me detuve un momento y me dí vuelta a mirar el dragón por última vez, justo para ver cómo en uno de los saltos el puente cedía y esa pobre gente desaparecía entre los escombros.

Mi primer impuslo fué ir a ayudarlos, pero ¿qué podía yo hacer?.  Con un poco de pesar, seguí mi camino, hasta que no lejos de ahí, encontré a quién me daría lo que sería una muy mala noticia: Un hongo, que pronunció las peores palabras que mis oídos escucharían nunca: "Mario, la princesa está en otro castillo".