martes, 9 de septiembre de 2008

Soy cleptómano.

Esta tarde, cuando llegaba a casa, ví una bicicleta apoyada en la pared y me
la robé. Soy bicicleptómano.
Ya montado en ella ví a una señora en la esquina que esperaba para cruzar la calle
y le manoteé la cartera. Soy un carterista.
Dí vuelta a la esquina y me percaté que la bici tenía una caja atrás de que
salía olor a asado. Soy un chorizo?.
Como ya casi era la hora de comer, no quise alejarme de casa, así que dí
vuelta la manzana (soy re-vivo).
Cuando pasé frente al edificio un tipo empezó a gritar que le devolviera la
bici y a perseguirme pero yo soy rápido.
Apenas me había alejado, cuando sonó un celular en la cartera. Me asusté y
me caí (soy asustadizo).
Tuve que dejar la bici tirada y el asado desparramado porque el dueño ya me
alcanzaba. Él era rápido también.
Atendí el celular y era una señora que me ofrecía plata para que le
devolviera el celular. Le dije que no. No apoyo el mercado negro ni la venta
de cosas robadas. Soy algo honrado, que joder!
Volví a dar la vuelta a la manzana y entré a casa. Mi papá renegaba porque
el asado que encargó no llegó nunca...
y mi mamá lloraba porque un tipo en una bici le arrebató la cartera...



Soy un boludo yo.



Es muy complicado ser cleptómano.
Mañana mejor voy a robar una moto.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Negocio propio

El plan.
Cansado de los devenires de trabajar para otro, decidí empezar mi propio negocio: Una pizzería. Hay tantas en Buenos Aires que no debía ser difícil.
Pensaba al principio atenderla yo mismo hasta que el negocio crezca, y luego poner unos empleados. El plan perfecto: gente trabajando para mí y yo ganando plata sin hacer nada.


Comienzo.
Con unos pesos que tenía ahorrados compré algunos muebles, alquilé un local y compré mercadería. Todo me salió un poco mas caro de lo que tenía presupuestado, pero ¿quíen alguna vez no se gastó unos pesos extra, sobre todo si luego vendrían muchos muchos mas?
Luego de recibir los muebles tuve que cargar algunas sillas en el auto y volver a la fábrica a cambiarlas porque tenían las patas desparejas; y como no había comprado la heladera todavía, alguna mercadería se hechó a perder... así que tuve que comprar la heladera y comprar de nuevo la mercadería.
La ventanilla rota del auto sería una de las pimeras cosas que cambiaría con las utilidades. Lo segundo, el tapizado.


Pintura.
Con un préstamo del banco (que no fue fácil de conseguir... y de convencer a un amigo que salga de garante) compré los materiales para acondicionar el local. Quería dejarlo con un diseño moderno y conservador a la vez.
No es tan fácil ser pintor. Algunas partes quedaron improlijas... así que traté de corregirlas. Alguien me dijo que usara una lija.
Luego, con mas pintura (y las manos lastimadas), traté de corregir sobre lo que había hecho... quedando unos masacotes de pintura que daban mal aspecto. ¿Otra vez a lijar? Ni loco. La imaginación al poder: con el cortafierro se trabaja mucho, pero mucho mas rápido.


Tuberías.
El imbécil del arquitecto que diseñó el local puso las tuberías muy cerca de la superficie, y claro, con el cortafierro...
El tarado de la ferretería no sabe nada de cómo arreglar cañerías. Me pregunta si el caño está cortado o solo pinchado. ¿Cómo voy a saber yo? Me vendió una pomada que solo arruinó la pared. Dijo que me iba a demandar cuando le incrusté el pomo de pomada en el ojo. No me importa. Cuando mi pizzería esté en marcha le voy a comprar la ferretería y voy a abrir una sucursal. Pero por ahora a lo urgente. El caño se arregla con cinta scotch.


Decoración.
La cascada artificial sobre la pared queda muy linda. Unas plantas bajo ella disimulan el charco, que por suerte va a dar a un desagüe del salón. Mi mujer se cansó de coser manteles y se fué con los chicos, pero ya van a volver cuando vean el empresario exitoso en el que me convertiré. Terminé de coser los manteles que quedaban. Debo recordar, la costura con pegamente va del lado de adentro, y en una o dos mesas tengo que poner unos ceniceros que tapen los agujeros.


Últimos detalles.
Faltan algunos detalles, y estoy atrasado algunos días, pero el banco amenaza con ejecutar la garantía. Mi amigo amenaza con ejecutarme en un paredón. Tengo que abrir. Había pensado en una gran fiesta, con los medios invitados y mucha publcidad, pero no hay tiempo ni dinero. Tampoco hago tiempo de ir a casa a bañarme, pero por suerte tengo bastante perfume y desodorante en el bolso que dejé en el auto. Estoy seguro que lo dejé en el asiento de atrás, pero no puedo encontrar el bolso... ni el auto. Pensé que los rumores de robo de autos en la zona eran solo eso: rumores.
No importa. Iba a arreglar la ventanilla y cambiar el tapizado, en cambio ahora me compraré un auto nuevo. Tendré que soportar la pérdida sentimental, pero imagino que un buen Mercedes ayudará.


Inauguración.
Terminé a las 20.00 de colocar el cartel de afuera.
Qué raro, no entra nadie. Estando la noche tan linda y cálida deberían entrar a mi local a tropeles. Ah, claro, no pensé que siendo de noche el el cartel de afuera no se vé. Y siendo tan cálida la noche y con el horno prendido... bueno, que hace un poco de calor.
Para el cartel tendré que poner unos reflectores. Y conseguir un aire acondicionado de donde sea.
Inauguro mañana, total, un día mas, un día menos...


Inauguración de nuevo.
No me alcanzó el dinero para comprar reflectores, así que traje todas las lamparitas de casa.
El electricista quiere hacerse millonario a costa mía, así que nada, yo mismo haré la instalación. Si pude sacar y traer el aire acondicionado de la habitación de los niños, no debería ser problema ponerlo de nuevo y colgar unas lamparitas.
Las lamparitas están frente al cartel. No queda muy elegante, pero se vé.
Hacer el agujero para el AC cuesta mas de lo que uno podría creer. Además, dentro de la pared hay mas caños, pero ésta vez con cables. No, no son cables muertos, y la electricidad produce dolores musculares muy curiosos... y algunos espasmos, que cuando uno está sobre una escalera, con un AC pesadísimo, pueden ser muy peligrosos.
El resto del día en el hospital me sienta más que bien. Ahora tengo nuevas energías.

Inauguración, toma 3.
Es temprano a la mañana, hoy a la noche tengo que abrir. Con muuuuucho cuidado logro colocar el AC. No queda muy estético del lado de afuera, al lado del cartel, pero puede ser una buena estraegia para indicar que adentro se está fresco.
Tampoco sabía que hay leyes que no permiten modifica algunas fachadas. Es un inconveniente menor. La multa será pagada con creces con las ganancias, o hasta podría comprar la municialidad.
Hora 20:00. Sin fanfarrias ni tanto glamour, se abren las puertas.


Primer cliente.
Hora 0:53. Ingresa el primer cliente al local. Tengo que cuidar las formas, los detalles, hacerlo sentir distinguido y ofrecerle un trato diferencial.
Saca un arma, me apunta y al ver que no tengo dinero en la caja, me saca el paquete de cigarrilos del bolsillo de la camisa. Al ver que no tengo cigarrillos, me dispara en una pierna y se vá.
Fue solo un raspón, la suerte no me ha abandonado.


Segundo cliente.
Hora 1:30. Una anciana casi sin poder caminar entra al local. Parece distinguida a pesar del olor a vodka en su aliento y del carrito de supermercado lleno de cartones. Por suerte no notó el pañuelo ensangrentado en la pierna.
Me pide una pizza de ananá. ¡Ni sabía que existían! Le ofrezco nuestro mejor producto, una de muzzarella o como espcialidad de tomate y/o jamón.
Mientras sale del local sin consumir, logro escuchar (en un tono de voz elevado para su edad) que vocifera "piojoso".
Estoy muy cansado y seguramente eso afecta mis facultades auditivas. No puede haber dicho eso. Seguramente fue "Volveré otro día".


Día 2. Tercer cliente.
Ayer no me fue tan bien. Imagino que todos los negocios tiene tropiezos al arracar.
Hora 6.00. Me cuesta levantarme, pero todo sacrificio será recompensado.
Hora 22.30. Entra un cliente.
Casi sin renguear, con mi mejor sonrisa y disposición me ofrezco a satisfacer sus deseos gástricos de una buena masa recubierta de queso y jamón, horneada a punto, acompañada de una cerveza helada, al lado del sonido ensoñador de la cascada, y bajo el álito fresco de la tecnología de punta que permite acondicionar la temperatura.
Me pide una docena de empanadas. "Para llevar" aclara.


Clausura.
Aquí no sirven pizza.
Ni de ananá ni de ningún tipo.
Tampoco empanadas.
La viuda de aquel hombre ha organizado una protesta para que yo no salga por buen comportamiento.
Mi compañero de celda cree que soy su novia, y lo que es peor, está convencido de que es un buen hombre y que con el tiempo llegaré a amarle.
Pero lo que más me duele no es el orificio anal (que me duele, y mucho), sino saber que mi local finalmente es un taller clandestino de ropa.
No entiendo cómo pudo terminar así.