Día 3: No hay tormenta que dure 100 años
Los agentes, entre enojados y desesperados, deciden adelantar el viaje a su próximo destino, convencidos de que mientras antes vuelvan a Paris, correran menos riesgo de pasar hambre y/o dormir en la calle.
Toman el tren a Bruselas, maravillados por la comodidad de los vagones en el primer mundo. Hasta que un guarda les pide boletos y les informa que ellos tienen boletos en clase turista, no en primera.
Cambiados de vagon, donde la gente viajaba parada, llegan a Bruselas, casi de noche.
Otra vez en terreno desconocido y sin saber para donde rajar.
Por suerte, el agente Leprechaum es hábil con la tecnología, y llevandose un apartido de avanzada que (ejem) no salió de nuestros laboratorios (un IPOD) y accede al sistema de metro de la ciudad.
Luego de deambular un poco y pasar 5 veces por la misma esquina (el aparatito les decía dónde estaban, no para donde ir) llegan al metro.
Buscando infructuosamente donde comprar boletos y sin querer, se encuentran ante las puertas del gusano metálico. Como buenos argentinos, suben sin pagar, y rezan con muchísima fé para que un guarda no les pida nada.
En el viaje, se encuentran con otros extranjeros, que luego de preguntar una dirección se ofrecen a compartir información preciada: Esa noche, JUSTO esa noche, era la noche de mas fiesta en Bruselas y la movida se encontraba frente al monumento mas grande de Bruselas (algo que no debíamos dejar de ver) el Manneke Pis.
Al parecer la suerte de los agentes habia cambiado.
Llegan al hostel, hacen trizas la tarjeta que le quedaba a Leprechaum, y consiguen donde dormir.
1 comentario:
Ya era hora!
Hacía rato que no actualizabas la historia de estos dos agentes.... queremos más!
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