lunes, 29 de mayo de 2017

Una del conde

Nací en Transivania, en un pueblito cerca de la frontera. Sí, ese país famoso por su conde. De hecho, él y yo fuimos contemporáneos, y de eso se trata ésta historia.

De niño, cuando la gente pasaba por mi pueblo, siempre traían noticias del conde. Siempre eran malas noticias. Un familiar desaparecido, generalmente damas jóvenes, pero también, de vez en cuando, algún señor maduro.

Así fuí creciendo, escuchando espeluznantes historias que ocurrían lejos de donde yo vivía y que me daban mucha, mucha curiosidad.

Eran historias variadas: Que se las llevaba, que las hipnotizaba, que dormía en un ataud, que no soportaba la luz del sol y sólo salía de noche, y por eso nadie lo había visto, que además se transformaba en murciélago...
- En muerciélago! - pensaba yo. -No podía transformarse en algo más copado? Un tigre o un león? O un águila si quería volar?
Luego la historia se fué deformando y la más popular era que en realidad era un vampiro, y de ahí que chupaba la sangre de sus víctimas, mordiéndoles el cuello.

Fué así, que movido por una intensa curiosidad, durante mi adolescencia planifiqué cada detalle para atrapar al famoso conde. Pero claro, eramos una familia de campesinos, y para viajar necesitaba dinero, y para conseguir dinero, tenía que intentar algo. El problema es que no sabía qué.

Un día, como cualquier otro, me crucé con un grupo de viajantes que justamente venían hablando del dichoso conde, e impulsivamente, sin saber muy bien en dónde terminaría, dije:

- Tengo la manera de que Drácula no se acerque...
- Cómo?

Imaginación al rescate, cómo sigo la mentira? Yo venía del super, y al manotear adentro de la canasta tenía sólo algunas verduras y frutas. Saqué lo primero que agarré... unas cabezas de ajo.

- Tengo éste ajo, que tiene mi tratamiento secreto. Se coloca en el respaldo, sobre la cabecera de la cama, y de esa manera Drácula no puede acercarse.
- No tengo cabecera... tengo un catre.
- Bueno, se cuelga en la pared (espero que tenga pared).
- Y qué tratamiento secreto es ése?
- Si se lo digo ya no sería secreto.
- Claro, claro. Y cómo sé que funciona?
- Tengo familiares en la capital. Todos lo usan, ninguna de mis primas ha desaparecido jamás.
- Y cuánto sale?
- 1000 rupias.
- Eso es carísimo!
- Si, pero son las últimas cabezas de ajo que me quedan. Si no las quiere no hay problema.

Yo ya había pispeado alrededor, y había varios curiosos prestando atención.

- Y cuándo vas a tener más cabezas?
- El tratamiento dura meses, no va a ser pronto.

El viajante me miraba con desconfianza, y entonces uno de los curiosos, mas crédulo, dijo

- Débito?
- Con 10% de recargo.
- La llevo.
- Suya.

Recogí el dinero y me dí media vuelta para alejarme, pero tuve que detenerme al verme rodeado de gente, que me preguntaba cuándo estaba lista la próxima partida de cabezas de ajo.
A los dos meses ya había vendido el ajo a todo aquel que quisiera comprármelo, sin que ningún cliente jamás se quejara. Claro que si no funcionaba, no tendrían posibilidades de hacerlo tampoco.
Y de paso, el aliento de la población en general mejoró notablemente.

Mientras vendía mi ajo, noté que las historias que llegaban el pueblo comenzaban a cambiar. Sabiendo que ahora podían defenderse del conde, comenzaron a llegar cazadores en busca de fama.
Fué así como una tarde, de camino al carpintero del pueblo, pasé por la taberna y escuché a un grupo de ellos que charlaban mientras tomaban cerveza en la vereda.
Yo ya tenía dinero suficiente, pero no pude contenerme. Me acerqué y pregunté tímidamente:

- Y cómo lo van a matar?
- Llevamos arcos, flechas y lanzas!
- Pero eso no funciona...
- Por qué no?
- Porque es inmortal. Para eso chupa sangre, para no morir.
- Quién te dijo eso?
- Todo el mundo lo sabe!

De nuevo, los curiosos prestaron atención a nuestra charla.

- Pero yo sí sé cómo matarlo- continué.
- Y cómo?

Rebusqué en mi bolsa... tenía una pata de un banquito que llevaba a arreglar.

- Con una estaca de madera de un árbol secreto.
- De qué árbol?
- Si te lo digo, dejaría de ser secreto.
- Claro, claro. Y cómo sabemos que funciona?
- Mucho antes que ustedes, mi bisabuelo fué cazador de vampiros. ël usaba madera de ese árbol para matarlos. Ustedes han estado muchas veces en la capital, han visto algún vampiro?
- No...
- Porque mi bisabuelo los mató a todos. Luego, ya viejo, se vino a vivir por éstos lados, porque es más tranquilo, pero me enseñó el secreto antes de morir, por si lo necesitaba. Ahora, yo ni pienso ir por allá, pero puedo vender ésta estaca al que de verdad tenga la velentía de ir por el que parce ser el último de los vampiros...
- Y... cuánto sale?
- 2000 rupias.
- Es un choreo! Y tenés cuotas?
- Me vieron cara de estúpido? Si el vampiro los mata, quién me paga las cuotas?

Los cazadores se quedaron pensando, pero pude ver, a un costado, otro grupo, revolviendo sus bolsillos y juntando el dinero.
- Si no se deciden, otros cazadores se van a llevar la estaca, y lo van a matar primero que ustedes, quedándose con la fama... -apuré-
Rápidamente sacaron todo lo que tenían
- Tenemos 1867 nada más.
- Por ser ustedes, les hago el descuento.
Les dí la estaca, y partieron felices y medio borrachos. El otro grupo, se acercó
- También queremos una estaca, tenemos las 2000…
- Justo estoy terminando otra en casa, si me esperan media hora se las traigo.
Fuí a casa, arranqué otra pata del banquito y se las vendí.
Esa semana viajé al otro pueblo, y compré todos los banquitos que pude. Las estacas se vendían como pan caliente.

El dinero llegaba a raudales, y las historias cambiaron de nuevo. Algunos mentirosos decían haberlo matado, otros, haber peleado con el conde y haber escapado apenas con vida, y la mayoría tenía problemas para encontrarlo.

Aburrido de escuchar los mismos cuentos, decidí retomar mi sueño de juventud e ir a buscar al vampiro por mi cuenta. Antes de partir, encargué al herrero de la ciudad que me hiciera una especie de cuello ortopédico, pero de acero puro, por las dudas.
Al partir, me llevé también un arco, flechas, una lanza y una espada.
Ah! Y una ristra de ajos y una pata de banquito, también por las dudas, no vaya a ser cosa…

Llegué a la capital, y me hospedé en una posada cerca de la taberna más grande. Si iba a buscar información sobre Drácula, ése era el lugar en donde estarían todos los datos.
Obviamente, pregunté antes en la casilla de turismo también, pero no sabían nada.
Luego de tres tardes en la taberna no tenía ni una sola pista sobre el paradero del dichoso conde. Nadie parecía saber en dónde encontrarlo. Nadie, salvo un borracho que aseguraba saberlo, que, como buen borracho de taberna, nadie siquiera escuchaba. Me acerqué a él, con una botella en la mano - Gusta acompañarme de un trago, amigo?.
Me miró de arriba a abajo, se acercó, miró la botella -Azecto!- dijo.

Iba por la mitad de la botella y la charla se encaminó:
- Por 1000 rupias le digo dónde está el vampirito.
- 1000 rupias! No es mucho?
- Si lo encuentra, y lo mata, va a ser famoso y va a ganar mucho más que eso

La treta me era conocida, pero era el borracho de la taberna! Tres tardes seguidas en la misma taberna, ni él ni yo nos íbamos a ir a ningun lado. No podía estafarme sin que lo encontrara luego!
Pagué las 1000 rupias y me contó de una casona, entre los árboles del bosque, bastante apartada de la ciudad.

Dejé al borracho con el resto de la botella, pasé por la posada a buscar mi equipo y salí inmediatamente en su búsqueda.
Llovía torrencialmente, y ningún taxi paraba. O quizás la lanza los amedrentaba un poco, así que tuve que caminar.

Luego de una hora bajo el agua, llegué al final del sendero y encontré la casa. Era enorme! Una mansión de tres pisos. Me acerqué con mucha cautela, por el frente, y miré por una ventana. Estaba totalmente oscura. Traté de abrirla, pero estaba cerrada.
Probé suerte con un par de ventanas más, sin éxito.
Comencé a rodear la casa. La pared lateral era alta y sin ventanas, imposible entrar por ahí. Seguí hacia el patio trasero. Y apenas doblarla esqunina me lo topé de frente. Un relámpago lo iluminó por un segundo. Pálido. Los ojos desorbitados inyectados en sangre subrayados por unas ojeras profundas y oscuras. Sus brazos cruzados sobre sus pecho, como una antigua momia. Instintivamente retrocedí patinando en el barro. La lanza cayó al piso y no me animé a quitar la vista al mosntruo para levantarla. Reculando, saqué la espada de la vaina, y la puse enfrente del conde, que seguía avanzando. Levanté la espada sobre mi cabeza (como si fuera un hacha) con la intención de partirle la cabeza a esa bestia, pero la espada pesaba demasiado y me venció hacia atrás, dejándome sentado en el piso. En la caída, el bolso con el ajo y la estaca quedaron lejos. Otro relámpago cruzó el cielo en el momento en que ese monstruo se abalanzaba sobre mí.
El "CLINK" de los dientes sobre el metal rompió el silencio de la noche. Mi cuello de acero había evitado la mordedura.
El conde, sobre mi cuerpo, su cara a centímetros de la mía, la lluvia sobre ambos. Sonrió, y pude ver sangre en su boca, y sus dientes, destrozados, pero por sobre todo, ví sus ojos, enfurecidos.
- Pensás que el cuello es el único lugar por donde sangrás? -Me dijo, un instante antes de retorcerse y abalanzarse sobre mi brazo, mordiéndolo con fuerza.
- Noooooo! - grité con todas mis fuerzas - Soy RH negativooooooo y tengo colesterol altooooooo -
Y entonces, cuendo pensé que me iba a desmayar, escuché las voces, y ví las luces de las linternas. Un grupo de hombres, salidos de la nada y vestidos todos de blanco, sacaron al conde de encima mío, mientras reían a carcajadas.
- Es la tercera vez que sale éste mes -dijo uno de ellos.
- Sí, vamos a tener que revisar por dónde -contestó otro.
Una de las linternas iluminó al conde, que seguía con los brazos cruzados sobre su pecho.
- Semillas de Chía - me dijo, mirándome por sobre su hombro - son buenas para el colesterol.
Las carcajadas de los hombres de blanco sacudieron los haces de luces, y uno pasó brevemente por un cartel a lado de la puerta donde se leía claramente en letras grabadas: "Manicomio", para luego iluminar al "conde" envuelto en su chaleco de fuerza.

Los hombres y las luces se metieron por la puerta y yo quedé de nuevo solo, bajo la lluvia y en la oscuridad.
Estuve sentado allí por unos minutos, hasta que el susto pasó y pude razonar. Un loco me había mordido! Por suerte tenía la entitetánica y la antigripal al día.

Pero...  además había sido estafado!
Volvi hecho una furia, a la taberna del puebo a buscar al borracho. Cuando entré los murmullos se silenciaron. El borracho ya no estaba en su mesa. Obviamente, no lo iba a ver nunca más. Pero a quién ví fue a uno  de los hombres de blanco, un enfermero del manicomio, acodado en la barra, rodeado de sus amigos. Me señaló diciendo -Es él! RH negativo! -seguido de un coro de carcajadas cómplices de toda la taberna.

Salí avergonzado y volví a la posada. Me dí un baño y me dormí.
Al otro día, cuando desperté, decidí que ésto de cazar vampiros no era lo mío, y luego de desayunar partiría.
Mientras desayunaba, las posadera cuchicheaba sin disimulo con el personal de limpieza. Y sonreían tapándose la boca.

Salí a la calle, y escuché al canillita gritar "Extra, extra! Nueva víctima del loco que se cree Drácula! Conozcan a RH negativo!, extra extr….! - se detuvo cuando me vió, y luego del instante de sorpresa, se tiró al piso a reirse con ganas mientras me señalaba. Los transeúntes no tardaron en únírsele.
Parecía que cada persona de la ciudad sabía la historia, y no tenía problemas en burlarse abrietamente al cruzarme por la calle.

Hice mi equipaje y decidí volver a mi pueblo.
Decidí evitar el camino principal, y tomar una alternativo. No lejos de la ciudad me encontré con el primer prostíbulo mixto. Habían servidores sexuales de ambos sexos. Bastaron un par de preguntas para averiguar que varios de los hombres que trabajaban allí, debido a la inexperiencia, se habían enamorado de sus "clientas", y habían decidido huir juntos.
Había pasado con algún que otro hombre mayor también.
He ahí el misterio de las desapariciones. Lo demás, un cuento inventado por las viejas sin nada más interesante que hacer. Como el del ajo. Como lo de la estaca.

El camino era de varios días, y no tenía apuro por llegar. En el mismo, me crucé con varios viajeros, que traían noticias de la capital, y al reconocerme, me convertían en el objeto de sus burlas. Al parecer, el mote de  "RH Negativo" me acopmañaría hasta mi muerte.

Fué durante uno de esos encuentros, mientras acampábamos, que un grupo de tres adolescentes comenzaron a mofarse y decidí alejarme de los caminos, internándome en el bosque, buscando paz. Pero me siguieron. Aunque no los veía, mientras me alejaba escuchaba sus voces llamándome "Errehacheeeeeee, te voy a mordeeeeeer".
Bajé por la ladera de una colina y llegué a un lago, con éstos tres vándalos por detrás. Rodeé el lago, corrido por sus burlas, y encontré una precaria cabaña claramente abandonada. Me interné en ella sin que me vieran.
Allí, lo único que había eran unos utensillos de cocina viejos y agujereados, y algunos andrajos. Sin pensarlo mucho, me vestí con ellos. La idea era que pensaran que yo era un viejo hermitaño que vivía ahí desde siempre, si me encontraban.
Escuché las voces acercarse.
Tomé un colador de fideos todo oxidado y me lo llevé a la cara para cubrirme.
Seguían acercándose.
Ví por una ventanita sin vidrios un cobertizo a pocos metros de ahí. Quizás ahí podría esconderme mejor. Me arrastré entre el pastizal en esa dirección.
Los ví buscar meticulosamente alrededor y dentro de la cabaña. "Errehacheeeeeee, dónde estáaaaaas"?
Me metí en el cobertizo.
Los escuché más cerca,. Tomé un viejo machete oxidado y sin filo, y con la intención de asustarlos, salí revoléandolo, vestido con harapos y el colador en la cara.

No se asustaron. Al contrario. Se retorcieron en el piso a carcajadas. Éstos adolescentes, sin temor a nada…
Los maté a los tres.
A machetazos
A una la tuve que perseguir.
Tiré los cuerpos al lago.
Fué el primer grupo de adolescentes que maté.
Lo recuerdo bien, fué un martes 13.
No sé si alguien recuerda mi apodo, pero mi nombre es Jason. Encantado.

viernes, 19 de mayo de 2017

El falso 9

    Don Manuel había llegado al pueblito desde España, terminando la segunda guerra mundial.
Apenas llegado empezó a trabajar en la fábrica de zapatillas. Con el tiempo, fue subiendo de categoría hasta convertirse en jefe de sección, y ese sería su último puesto antes de jubilarse.
En medio, se casó, tuvo dos hijos, un nene y una nena: José y Ana, que crecieron felices en su hogar.
Pero por lo que Don Manuel era reconocido, era por su pasión por el fútbol. Los domingos, se pasaba horas tratando de enganchar alguna señal AM en su radio portátil, sentado bajo la parra de su patio.

Ya era un hombre grande cuando se formó el primer equipo del club del pueblo: El Desparramo Unido. El nombre había sido decidido en una de las tantas partidas de truco de los viernes a la noche en el club, en donde los sucesivos vermouths ya no dejaba pensar claramente. Como muchas de éstas cosas, empezó como una joda, y quedó.

Don Manuel, inmediatamente se convirtió en el primer hincha fanático del equipo. Iba a verlo jugar a la canchita del pueblo, y cuando podía, lo seguía a otros pueblos. La radio había quedado olvidada en un rincón, pues, en vivo era mucho más excitante. Tanto, que Don Manuel, calmado y sereno en su casa y en el trabajo, era conocido como "Manolo el puteador" en las canchas.

Y su vida habría sido sólo eso,  si no fuera porque un día nació Alberto, su primer nieto.

Ya en la fiesta de bautismo de Alberto, Don Manuel vino con su regalo: Una flamante pelota número 3.
A medida que Alberto -o Beto- iba creciendo, Don Manuel lo iba envolviendo en su mundo del fútbol. Se llevaba su nieto a las canchas, le enseñaba las canciones de aliento, le compraba camisetas, botines y medias, le indicaba cómo putear al árbitro y esas cosas del folklore futbolero.
Por supuesto, Beto fué contagiado por tan intensa pasión, y así, y él y su abuelo habían construido un lazo envidiable.

Beto empezó a jugar al fútbol en cuanto tuvo edad para hacerlo. Y fue creciendo con ese impulso. Partido que había, partido al que iba. Pero aún así, era siempre elegido último en el "pan y queso". Y es que Beto, simplemente no tenía esa habilidad innata que caracteriza al crack. A veces marcaba algún gol, que era gritado por Don Manuel hasta quedar afónico, pero no era muy frecuente.
Don Manuel, repetía hasta el cansancio "Ya te vas a soltar y vas a ser furor". Pero a medida que pasaba el tiempo para Beto, la duda de que fuera a ser cierto iba en aumento
Y fué en su adolescencia temprana que se llegó a plantear que quizás ésto del fútbol no era para él, pero tenía tanto miedo de romper el corazón de su abuelo... Estaba en ésta disyuntiva, cuando le llegó la invitación para jugar en la reserva amateur de Desparramo Unido, un equipo local.
Eso bastó para que se le despejaran las dudas. A lo mejor sus amigos no veían algo que sí había visto el entrenador, y era por eso que a él lo llamaban y a ellos no.
Lo que Beto no sabía, es que el entrenador había cedido a los reiterados ruegos de Don Manuel, de dejarlo probarse.

En el partido bautismo, Manolo el Puteador estaba más eufórico que nunca. Sus compañeros de hinchada, ya sabían la noticia: El Beto Sánchez iba a jugar. Y nada menos que de 9!

Apenas empezado el partido, Beto salió disparado hacia la puerta del área rival, esperando el pase de algún compañero para encarar y a pura gambeta llegar al arco rival... pero iban 10 minutos del primer tiempo y esa pelota nunca llegaba.

Beto bajó un poco, hasta 3/4 de cancha, para ayudar en el recupero de pelota, y estaba en eso, cuando su arquero en un despeje, lanzó la pelota alto y lejos.
Beto, calculó en dónde iba a caer la pelota... mal. La pelota rebotó delante suyo, y volvió a subir, pasando por encima de él y de su marcador.
Todos pensaron que tal pifie en realidad había sido un amague para desorientar al defensor.
Beto tuvo un poco más de reacción que el defensor y corrió al segundo lugar en donde la pelota tocaría el piso, seguido por su marcador mirándole el número de la camiseta. De frente, le salió el central. Beto, se olvidó de la pelota. Vio a esa humanidad de 1.87 metros venírsele encima a la carrera, y por miedo a lesionarse, decidió esquivarlo.
La pelota cayó a centímetros de ambos, sobre un pozo que tenía la cancha, dándole una trayectoria impredecible para el pobre defensor, que vio cómo ésta rebotaba en su rodilla y mansamente se posaba rodando en la trayectoria que Beto llevaba, quien al ver ésto la punteó un poco hacia adelante y aceleró nuevamente.
Sólo quedaba el arquero entre él y la red. Decidió apuntar y disparar. Le dio con la punta del pié al medio de la pelota que salió zumbando por el aire, en una leve pendiente ascendente. El arquero, la vio pasar por el costado de su cabeza, con dirección al arco.
Don Manuel, parado a un costado del arco, estaba preparando la garganta para gritar ese, el primer gol de su nieto en un partido oficial... y jamás podría haber adivinado lo que ocurrió a continuación: la pelota rozó el palo, por el lado de afuera del arco y se estrelló en sus anteojos, destrozándolos y clavando mil astillas de vidrio en los ojos.

Don Manuel despertó en un hospital. Lo primero que preguntó fue: "¿Ganamos?"
Beto, al lado del él, le dijo "Sí, abuelo... pero tus ojos..."
Los médicos del hospital habían trabajado 6 horas seguidas para sacarle los vidrios de los ojos, pero el daño era irreparable.
Don Manuel recibió la terrible noticia: No iba a poder ver nunca más.
Beto le dijo: "Abuelo, no voy a jugar más...", compungido y atravesado por la culpa.
- No querido! - dijo Don Manuel - Vos tenés que seguir con tu sueño. yo no te voy a poder acompañar cómo antes, pero de alguna manera te voy a acompañar.

Y así fué que Beto siguió jugando al fútbol, en la cuarta categoría de Desparramo Unido. Don Manuel volvió a su radio. Ésta vez, lo seguía por la flamante FM del pueblo.

Quiso la casualidad que en la primera del mismo equipo, empezara a jugar un pibe, de 9, llamado Roberto Sánchez. Y sí, con el mismo apodo que Alberto: Beto.

Éste Beto, llevaba jugado dos partidos, y ya se le notaba la habilidad en la sangre. Y el tano "Vichenzo" no tuvo mejor idea que hacerle una broma a Don Manuel. Ése sábado, le dijo a "Manolo" que sintonizara la FM de la capital en vez de la del pueblo, que era una sorpresa. A Don Manuel no le agradaba la idea de no escuchar el partido de su nieto, que jugaba a la misma hora.
- Bueno - le dijo -pero un ratito nomás.
Sintonizó la radio justo cuando empezaban a transmitir la formación de su equipo, y el corazón le falló un latido a escuchar "Nueve - Beto Sánchez".
- Pero cómo! - exclamó.
- Era una sorpresa - le dijo el tano - ahora juega en primera.

Escucharon el partido entero. Faltando 10 minutos para el final seguían empatados 0 a 0, Beto Sánchez toma la pelota elude a dos rivales y al arquero y la clava en un ángulo.
Don Manuel gritó el gol hasta desangrarse la garganta. Los ojos destrozados se le llenaron de lágrimas y se abrazó al tano llorando. Fue entonces cuando el tano se dio cuenta que había ido muy lejos en su broma.

El tano se fue de ahí con un nudo en la garganta a abrir su carnicería. Cuando comenzaron a llegar los clientes, el tano no pudo más, y comenzó a contar lo que había hecho a quién quisiera escucharlo. Los clientes, lejos de reprocharle nada, le dijeron que estaba bien. Que a Don Manuel no le quedaba mucho tiempo de vida y que le había dado lo que siempre había soñado, el primer gol de su nieto en primera.
No pasó mucho tiempo antes de que todo el pueblo se pusiera de acuerdo en no revelar jamás el secreto a Don Manuel.
Cada domingo, Don Manuel y los amigos se reunían a escuchar el partido del Beto jugando en primera. Luego iban al club a comer unas rabas, y la gente que los cruzaban en la calle, lo felicitaban por los goles del Beto.
E incluso, su nieto, que lo veía tan feliz, le contaba hazañas futbolísticas que no eran suyas.

Siguieron así los meses, hasta que un día, pasó por allí un médico alemán, que iba de paso a la capital.
Fue en el club tomando una gaseosa donde  conoció a Don Manuel.
En medio de las charlas casuales el doctor le pidió a Don Manuel permiso para revisar sus ojos, lo que terminó con una frase poderosa "Éste ojo creo que puede salvarse, y va a poder ver de nuevo".

En los días siguientes la noticia se hizo vox pópuli. El turno para operarse era en dos semanas. Y el tano, y sus otros amigos, estaban felices y tristes al mismo tiempo. ¿Cómo le iban a decir que lo tuvieron engañado todo éste tiempo, justo con lo que más quería? ¿Entendería que comenzó como una inocentada y luego lo mantuvieron para verlo feliz? Estaban pensando en éstas cosas, cuando el entrenador de la primera de Desparramo Unido se hizo presente en la carnicería.

- Estoy enterado de todo- dijo- y creo que algo podemos hacer.
El tano y los amigos escucharon atentos.
- Organizamos un amistoso con el equipo del pueblo vecino, y lo convoco a Alberto a jugar en vez de Roberto. Allí, Alberto tiene que fingir una lesión, que lo aleje del fútbol. Yo voy a dar fe de que es cierto. Don Manuel va a cumplir el sueño de ver con su ojos (bueno, con uno) a su nieto jugar en primera, y nunca va a saber que su nieto es un queso.
Todos asintieron, quedando de acuerdo.

Pasó la operación, pasó la rehabilitación y llegó el momento en que Don Manuel podía salir a ver el mundo nuevamente, aunque a través de unos anteojos de vidrios muy gruesos. Ese viernes a la tarde salió de la clínica, tomó el colectivo a su pueblo, y al llegar a su casa su familia, Beto incluído, lo esperaban.

Don Manuel disfrutó la comida, pero disfrutó mucho más hablar con su nieto sobre táctica y estrategia futbolera para el partido del día siguiente.
Esa noche, apenas pudo dormir.

El sábado, la ansiedad lo carcomía. Quería que pasen las horas más rápido para a la tarde llegar a la cancha a escuchar el pitazo inicial.

Y llegó nomás.
Don Manuel, convertido de nuevo en Manolo el puteador, estaba ésta vez parado en las gradas altas, detrás del arco local con su grupo de amigos. alentando al equipo de sus amores, pero sobre todo, a Beto, sangre de su sangre.

El partido si bien era amistoso, se fue volviendo medio chivo. La rivalidad entre los dos pueblos se ponía de manifiesto en la cancha y se pegaban más de lo que jugaban. En esa batalla, la pelota rara vez llegaba a ninguna de las dos áreas, y cuando lo hacía era siempre por un pelotazo sin destino. Un partido malo. Pero para Don Manuel, era el partido más maravilloso del mundo.
No paraba de darle instrucciones a Beto (instrucciones que indicaban a dónde correr nada más, porque no le llegaba una pelota ni de casualidad).
Comenzó el segundo tiempo, y ésta vez Manolo tenía al arquero rival ahí abajo, que por supuesto convirtió en blanco de sus puteadas.

De repente, en el minuto 40 del complementario, una bola sin destino y rodando "chanfleada" le llega a Beto. Así como viene, Beto, la toca para enderezarla, y ésta pasa por entre las dos piernas del mediocampista defensor que lo marcaba. Beto sale disparado detrás de la pelota, y ve cómo le salen el lateral y el centrar a marcarlo. Primero llega el central, con la plancha sobre la pelota. Beto pierde el equilibrio al diputar la pelota y sale cayéndose hacia un lado y la pelota por el otro... pero el lateral que venía a la carrera le pega un topetazo y lo reincorpora en su vertical.
Beto aprovechando ese impulso, sigue corriendo, dejando atrás a los dos defensores caídos. En frente el arquero sale todo despatarrado tratando de achicar el espacio lo máximo posible. Beto trata de tirársela por arriba, pero le pega al piso primero que a la pelota. Esta apenas se eleva, aunque lo suficiente para pasar entre el brazo y la pierna del arquero ya sentado .
La pelota da un pequeño rebote y sigue apenas rodando, con Beto detrás y el arco solo enfrente. Imposible errar.
En ese instante, por la cabeza de Beto pasan las tardes con su abuelo, los abrazos, las corridas con el viejo detrás de las pelotas, ... y recuerdo amargo del viejo quedándose ciego....

Con la bronca apretada entre los dientes, Beto le pegó a la pelota con violencia, con furia,  para que su abuelo viera la red hincharse y que gritara ese gol que nunca había visto.
Ese instante duró una eternidad.. Golpeó la pelota lo más fuerte que pudo, y finalmente escuchó el grito de su abuelo tomándose la cara con las dos manos, con el resto del estadio en silencio: "LAPUTA QUE TE PARIOOOOOO", luego de que la pelota se estrellara nuevamente en sus flamantes anteojos.

miércoles, 10 de mayo de 2017

Servicio técnico

- Servicio técnico, buenas tardes.
- Hola. Mirá, me vendieron una computadora y no tiene internet…
- Pero… usted la conectó?
- Si si, eso fué fácil, pero no tiene internet.
- Está seguro que está conectada a la red?
- Sí, claro! Si nó como andaría? No me tome por estúpido!
- No señor, no se me ocurriría. Simplemente le estoy haciendo las preguntas de rutina para poder determinar la causa del problema.
- Ok, ok.
- Entonces, está conectado a la red, o sea que la primera luz del router está prendida, verdad?
- Qué?
- La primera luz del router. Si está encendida…
- Qué router?
- Perdone, a qué red está conectado?
- A la red eléctrica. Si no cómo prendo la computadora?
- Entiendo. Ahora tenemos que determinar si está conectado a la red de su proveedor de internet.
- Bueno.
- Su proveedor de internet le debe haber dejado un aparatito al final del cable que le instaló. Ese es el router. Podría fijarse si está encendida la primera luz, por favor.
- Ahora vengo.
- ….
- La primera de la derecha o de la izquierda?
- La de la izquierda, señor.
- Ok, ya vuelvo.
- … salvo que escriba en chino, de izquierda a derecha.
- Ya vine. Si, está encendida.
- Muy bien. Ahora, tiene la computadora con el WIFI habilitado?
- Sí.
- …Cómo está tan seguro?
- Porque no tengo plan de datos.
- Perdone pero no entiendo.
- No tengo plan de datos, acá en el celular, así que checkeo facebook por WIFI, o sea que sí, tengo WIFI.
- Ah, claro, claro. Pero yo necesito saber si su computadora está conectada a WIFI.
- Y si hay en el celular hay en la computadora, no? Mire, no me pasa con alguien que de verdad sepa?
- Déjeme intentar solucionar su problema, y si no puedo le paso con alguien más, si?
- Bueno, pero rápido que estoy apurado.
- Ok. Voy a tratar de ser lo más claro posible. Dígame, vé algo en el monitor?
- Sí.
- Qué vé?
- La marca.
- Cómo?
- Sí. Dice "Sansung"
- Ok, ok, yo decía en la pantalla.
- Sí, está unos dibujitos, pero no tengo internet!
- Claro, eso vamos a solucionar. Tiene un dibujito que abajo dice "Red"?
- Sí.
- Bueno, tome el ratón y hag…
- No tengo.
- No tiene ratón?
- No.  Teníamos, pero trajimos un gato y ya no quedó ni uno.
- Y… cómo le llama usted a aparatito que tiene al lado del teclado?
- Calculadora.
- Tiene una calculadora al lado del teclado?
- Sí.
- Y del otro lado?
- Maus.
- Ése! Tiene que tomar el "maus", arrastrarlo para que el puntero se posicione sobre el ícono "Redes", y presionar el botón izquierdo.
- Ícono?
- El dubujito.
- Ah, pero vos me decís que tengo que hacer click ahí.
- Sí.
- Arrastrar, puntero, presionar botón… decíme "hacé click", soy un usuario avanzado.
- (Si, claro) ok, lo voy a tener en cuenta de ahora en más. Se le tiene que haber abierto una ventana, verdad?
- Todas están abiertas.
- Cómo?
- Sí. Hace calor, si abro todas entra una vientito que refresca. Si abro una sola no se hace corriente de aire.
- (La puta madre, a mí me tenía que tocar), no… yo decía en el monit… EN LA PANTALLA! No se abrió una ventanita!
- Ah, sí! Es que me confundís.
- Bien, puede ver el nombre de su red WIFI allí?
- No, yo no tengo WIFI.
        - (WTF!) Pero si me dijo que el router tiene la primera luz encendida...
        - Si, no estaba, pero la prendí yo.
        - Cómo la prendió?
        - Con el control remoto.
        - Usted habla del decodificador de cable?
        - Sí. Acá le decimos "deco", pero usted le dice "ruter"
- Y cómo es que su celular se conecta por WIFI?
- Si. A la del vecino. Me conectó mi sobrino de 13 años.
- Ok, Puede ver el nombre de la red de su vecino?
- Si, acá está. La tengo enorme.
- Qué!?
- LATENGOENORME es el nombre de la red de mi vecino.
- Ahhh, ok. Bueno, haga click en el nombre, y dígame qué ocurre.
- Me pide una contraseña. La ingreso y me dice que es incorrecta.
- Es posible que su vecino haya cambiado la contraseña?
- No! Cómo va a cambiar mi contraseña!? 
- Pero si el WIFI es de su vecino, la contraseña es de él!
- No, no! La computadora es mía, yo le pongo la contraseña que quiero.
- Disculpe, usted está ingresando en la red WIFI la contraseña de su computadora?
- Si. Uso la misma para todo, para no olvidarme.
- Entiendo, pero es que la contraseña WIFI la pone el vecino. Es distinta. Usted la sabe?
- No.
- Y, por casualidad, su sobrino es amigo del hijo del vecino?
- Sí! Cómo lo sabe?
- Porque su sobrino tuvo que saber la contraseña para poder conectar su celular al WIFI.
- Espera, ya lo llamo y le pregunto.
- Ok, avíseme cuando la tenga.
- Te gusta por el culo?
- QUE!?
- La contraseña es "tegustaporelculo", pero con un 3 en vez de la "e" del "Te".
- Ok, ingrésela por favor.
- Listo.
- Y ahora tiene internet?
- No.
- A ver, sabe cómo abrir una consola?
- No, pero no quiero jugar a la play ahora, eh? Quiero internet para ver porno.
- Qué play?
- La consola…
- No, yo decía si sabe abrir una ventana de comandos… mire, apriete la tecla windows.
- La del dibujito con los cuadraditos deformes?
- Eh… sí, esa.
- Listo.
- Ahora escriba "cmd"
- Listo
- Ahora presione la tecla más grande que tiene en su teclado.
- Se llama "tecla mayúscula", para que aprendas algo. Y listo.
- No, la tecla mayúscula es… uff, presione "ENTER".
- Listo. Me abrió una ventana negra, con una letra C, dos puntitos y un signo "boquita de pescado".
- Boquit?… ok, ok. Ahora escriba "ping google.com"
- Listo.
- Qué vé?
- Unas lineas que no entiendo.
- Pero en algún lado vé las palabras "Request time out"?
- No.
- Entonces, señor, ya está conectado, y tiene internet!
- No.
- Cómo que no?
- En mi computadora vieja yo tenía un dibujito como una "E" azul grande pero chica, me entiende? Eso era internet! Y acá no está!
- Grande pero chica? Ah, usted dice que es una "E" minúscula. Pero eso no es internet, eso es el navegador.
- No, no. Eso era internet! Yo ahí veía porno! De todas maneras, por hablar con vos se me pasó el tiempo y está por llegar mi mujer, y ya no puedo cascarme. Pasáme con tu supervisor.
- Sí señor, un momento.
- …
- (Fingiendo otra voz). Hola? Soy el supervisor del área, en qué puedo servirle? 
- Mi computadora nueva no tiene internet, y su empleado no sabe cómo ponerlo.
- Entiendo. Es nuevo y es bastante inútil. Lo que tiene que hacer es ir al lugar donde la compró y pedir que se la cambien por una que sí venga con internet. Desde acá no podemos hacer nada.
- Ahhh, ya me parecía. Muchas gracias!
- Por nada. Y que tenga un buen día.