Como todo ingeniero auténtico,
también era un nerd por naturaleza, y mi relación con los especímenes de género
femenino era difícil.
No, no… perdón, no era difícil.
Era imposible.
Bastaba con que una nena linda me
mirara directo para congelarme y temblar a la vez. ¡Y era mucho peor si me
hablaba! No podía pronunciar palabra, y me salía un "hiiiiiiiiiii"
finito. Si la situación se mantenía por un tiempo más o menos largo (más de 10
segundos) me bajaba la presión y se me aflojaban las piernas. No llegué nunca a
desmayarme, pero creo que sólo porque huía despavorido.
No debía de quedar muy elegante
salir corriendo como un poseído por demonios, tratando de mantener el
equilibrio y con un chillido agudo. Esto ocurría así, literalmente. Todavía me
ocurre a veces… y ya soy un adulto crecidito.
Claro que, como todo nerd que se
precie, trataba de buscar una explicación lógica para mi comportamiento, sin
éxito.
¿Qué hubiera sido lo lógico? Que
si me gustaba, yo pudiera decírselo. Y si yo le gustaba a ella, nos besáramos ¡y
listo!
Pero no, no podía.
Así fue como con cada situación,
iba acumulando experiencia, sacando conclusiones, a fin de poder resolver el
problema (que es, en definitiva, lo que los ingenieros hacemos)
Situación 1: Mi primera
declaración de "amor", fue en la plaza. Tenía unos 6 años, Iba en el
portaequipaje de mi bici, que manejaba un amigo, a una chica que estaba sentada
en un banco, con otras 5 chicas. Paramos en frente de ella, y le dije
"Fulana, me gustás". No hubo respuesta, sólo risas hirientes. De
ella, de sus amigas, incluso de mi amigo!
Yo sabía que ella gustaba de mí,
así y todo, no me lo dijo.
Aprendizaje: Las mujeres son
irracionales. Y mi amigo es un ex-amigo.
Situación 2: A la edad
de 7 años, me gustaba una compañerita de segundo grado. Estuve esperando
eternamente a que se diera el momento propicio para hacérselo saber. Y cuando
digo eternamente es literal: a fin de año se cambió de escuela.
Aprendizaje: El tiempo no espera
a los lerdos.
Situación 3: En tercer grado, me
gustaba otra compañerita, pero -maldita vida- también le gustaba a mi mejor
amigo.
Mi mejor amigo y yo peleamos por
la niña, claro que ella nunca se enteró, porque si bien teníamos huevos para
trompearnos, no los teníamos para dirigirle la palabra.
Aprendizaje: Al parecer hay
competencia por las mujeres.
Situación 4: En cuarto
grado, tuvimos una compañerita nueva, mucho más desarrollada que el resto, y si
bien en aquél momento no tenía ni idea qué me pasaba, lo único que quería era
estar cerca de ella. Hoy lo definiría como una calentura galopante.
Aprendizaje: Las tetas nos
vuelven locos desde chiquitos.
Como puede ver, lector, uno, como
buen ingeniero, va acumulando experiencia, y tratando de acomodarla en su mundo
lógico, pero es que ¡tal lógica no existe! Es entonces cuando uno desarrolla un
pavor por las mujeres. Pasan a estar en la categoría de fenómenos paranormales,
que no tienen explicación pero que son capaces de afectarnos. Si, como los
fantasmas.
Aunque la naturaleza es sabia:
Así como los flechazos llegaban a montones, las heridas se curaban muy rápido. Claro
que también tiene sus fallas: Le dio la testosterona al más estúpido de los
géneros.
Las peleas entre varones por las
chicas comenzaron a ser frecuentes. Imagínese lector, que yo peleaba como un
nerd... así que muy bien no me iba.
La mayoría de las peleas (si no
todas) eran porque una chica nos gustaba, pero ella no nos conocía… ni nos conocería
nunca. Repito, la naturaleza nos hizo hombres y estúpidos.
En quinto grado, todo venía más o
menos bien, sin polleras de por medio, jugábamos al fútbol en el recreo y esas
cosas de verdad entretenidas. Fue por entonces que escuché a uno de mis
compañeros admitir que le gustaba una chica del otro quinto. "Es mi
novia" decía él. Boludeces de chico que uno dice. Nunca habían siquiera
hablado.
El tema es que ésta chica nueva,
del otro quinto, empezó a ser tema de conversación entre mis compañeros, y yo,
colgado como siempre, ni sabía quién era.
Hasta que la vi.
Esa, la primera vez que la vi, me
quedó grabado a fuego. Fue como un flechazo que te atraviesa el cráneo. Era
hermosa. Recuerdo la sensación a la perfección: Fue como dejar de respirar y de
sentir todo. Como si su presencia y su belleza me hicieran desaparecer (a mí ya todos)
del patio de la escuela. Dejaron de existir los sonidos, los colores, el
tiempo. Todo.
La idiotez de los hombres crece
al mismo ritmo que el resto de los órganos vitales.
Por supuesto, no tenía ni idea de
cómo acercarme (o moverme, para el caso). Tampoco podía hacer planes sobre ese
terreno desconocido. Yo era tan distinto a mi compañero, que le escribía
mensajitos y se los hacía llegar con una amiga (generalmente la feucha del
grado).
Y así seguí, sin saber qué hacer
con todo eso que me pasaba, hasta que un nuevo rumor llegó a mis oídos. Ésta
piba se besaba con uno de sus compañero. EN-LA-BO-CA!
Yo no lo podía creer! Invadido
por los celos (sin motivos, obvio. O sí, totalmente fundados. Bah, no sé…), fuí
y la encaré. ¿Para decirle que me gustaba? Noooo, ¡eso era imposible! Fui a
hablarle para otra cosa muchísimo más importante: Fui a contrastar los
hechos con la fuente. (¡Que uno es nerd sobre todo! Y estúpido, por ser hombre)
Cuando la tuve de frente le dije,
con toda autoridad:
- ¿Vos te
besás con fulano?
- Sí.
- ¡No te
creo! ¡A ver! ¡Mostráme!
Claro, "fulano" estaba
al lado de ella, pero yo no lo había visto. En realidad, cuando la veía a ella
no veía a nadie más. Lo agarró del cogote y le metió un beso de esos que te
dejan con los ojos abiertos a esa edad… y el corazón destrozado.
No recuerdo nada más que sea
relevante ese año, pero al año siguiente, apenas empezadas las clases, su
amiga, la feucha, me trajo un papelito de parte de ella. Lo abro, y
decía "¿Querés ser mi novio?". Salté, corrí, me tiré al piso, di unas
vueltas (creo que inventé el break dance), grité, aullé… y le dije (todavía
desde el piso), con toda la flema inglesa que ameritaba la situación "que
venga ella y me lo diga en la cara". Y sí. Así, así, así de estúpidos
somos los hombres.
La amiguita desapareció, y
volvió, pero… "Oh Dios! Viene con ella!", y no tenía para
dónde correr!
Se acercó, y me dijo:
- ¿Querés
ser mi novio?
- Hiiiiiiiii
- Bueno,
hablamos después,
Y se dio vuelta y se fue. Yo
estuve sin respirar 15 minutos, y calculo que tuve mis primeros 4 infartos en
ese tiempo.
¡Pero ya tenía novia! ¡Y nada
menos que la más linda de la escuela!
En los día siguientes a eso, yo
soñaba con darle un beso, y a la vez me moría de vergüenza, así que le dije que
tenía que ser en un lugar donde estuviéramos a solas (jamás hubiera
podido, como su compañero, darle un beso delante de todos. Y tenía entre 10 y
11 años, o sea, que por una buena educación de mis padres, todavía no sabía que
el alcohol ayuda en esas situaciones).
Pero claro, se complicaba obtener
un poco de privacidad en la escuela (no sé por qué no éramos novios fuera de
ella… supongo que porque jugar a los autitos y jugar con los amigos era mucho más
interesante)
Una vez, en una galería cerrada
estuvimos a punto, pero un pendejo hijo de puta (que durante mucho tiempo fantaseé
con matarlo a machetazos) gritó "¡viene la señorita!" y salimos
corriendo con el cagazo del siglo.
Seguimos planeándolo por días,
hasta que otro compañero, cansado de tanto circo, nos encerró a ella y a mí en
un aula en donde se guardaban las sillas. No sé de dónde fue que saqué el
valor, y le dije "Vení, preciosa", tomándola de la cintura (o quizás
dije "hiiiiiii" y me acuerdo mal). Y en un instante, sentí sus labios
sobre los míos. Ella me besó a mí, como era de esperarse. ¿Cómo iba yo a
besarla, si de nuevo, no podía ni moverme?
Y pasó lo inesperado: ¡Ella salió
corriendo!
Tiempo después dejamos de vernos,
creo que porque ella después fue novia de un compañerito mío. Y
después de otro. Y de otro más. Yo entré a la adolescencia, en donde los
hombres nos volvemos más idiotas. Sería algo así como el supersayayin de la
idiotez.
Y las mujeres en la adolescencia
del ingeniero es un tema serio que merece ser tratado en otro(s)
capítulo(s).
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