lunes, 29 de mayo de 2017

Una del conde

Nací en Transivania, en un pueblito cerca de la frontera. Sí, ese país famoso por su conde. De hecho, él y yo fuimos contemporáneos, y de eso se trata ésta historia.

De niño, cuando la gente pasaba por mi pueblo, siempre traían noticias del conde. Siempre eran malas noticias. Un familiar desaparecido, generalmente damas jóvenes, pero también, de vez en cuando, algún señor maduro.

Así fuí creciendo, escuchando espeluznantes historias que ocurrían lejos de donde yo vivía y que me daban mucha, mucha curiosidad.

Eran historias variadas: Que se las llevaba, que las hipnotizaba, que dormía en un ataud, que no soportaba la luz del sol y sólo salía de noche, y por eso nadie lo había visto, que además se transformaba en murciélago...
- En muerciélago! - pensaba yo. -No podía transformarse en algo más copado? Un tigre o un león? O un águila si quería volar?
Luego la historia se fué deformando y la más popular era que en realidad era un vampiro, y de ahí que chupaba la sangre de sus víctimas, mordiéndoles el cuello.

Fué así, que movido por una intensa curiosidad, durante mi adolescencia planifiqué cada detalle para atrapar al famoso conde. Pero claro, eramos una familia de campesinos, y para viajar necesitaba dinero, y para conseguir dinero, tenía que intentar algo. El problema es que no sabía qué.

Un día, como cualquier otro, me crucé con un grupo de viajantes que justamente venían hablando del dichoso conde, e impulsivamente, sin saber muy bien en dónde terminaría, dije:

- Tengo la manera de que Drácula no se acerque...
- Cómo?

Imaginación al rescate, cómo sigo la mentira? Yo venía del super, y al manotear adentro de la canasta tenía sólo algunas verduras y frutas. Saqué lo primero que agarré... unas cabezas de ajo.

- Tengo éste ajo, que tiene mi tratamiento secreto. Se coloca en el respaldo, sobre la cabecera de la cama, y de esa manera Drácula no puede acercarse.
- No tengo cabecera... tengo un catre.
- Bueno, se cuelga en la pared (espero que tenga pared).
- Y qué tratamiento secreto es ése?
- Si se lo digo ya no sería secreto.
- Claro, claro. Y cómo sé que funciona?
- Tengo familiares en la capital. Todos lo usan, ninguna de mis primas ha desaparecido jamás.
- Y cuánto sale?
- 1000 rupias.
- Eso es carísimo!
- Si, pero son las últimas cabezas de ajo que me quedan. Si no las quiere no hay problema.

Yo ya había pispeado alrededor, y había varios curiosos prestando atención.

- Y cuándo vas a tener más cabezas?
- El tratamiento dura meses, no va a ser pronto.

El viajante me miraba con desconfianza, y entonces uno de los curiosos, mas crédulo, dijo

- Débito?
- Con 10% de recargo.
- La llevo.
- Suya.

Recogí el dinero y me dí media vuelta para alejarme, pero tuve que detenerme al verme rodeado de gente, que me preguntaba cuándo estaba lista la próxima partida de cabezas de ajo.
A los dos meses ya había vendido el ajo a todo aquel que quisiera comprármelo, sin que ningún cliente jamás se quejara. Claro que si no funcionaba, no tendrían posibilidades de hacerlo tampoco.
Y de paso, el aliento de la población en general mejoró notablemente.

Mientras vendía mi ajo, noté que las historias que llegaban el pueblo comenzaban a cambiar. Sabiendo que ahora podían defenderse del conde, comenzaron a llegar cazadores en busca de fama.
Fué así como una tarde, de camino al carpintero del pueblo, pasé por la taberna y escuché a un grupo de ellos que charlaban mientras tomaban cerveza en la vereda.
Yo ya tenía dinero suficiente, pero no pude contenerme. Me acerqué y pregunté tímidamente:

- Y cómo lo van a matar?
- Llevamos arcos, flechas y lanzas!
- Pero eso no funciona...
- Por qué no?
- Porque es inmortal. Para eso chupa sangre, para no morir.
- Quién te dijo eso?
- Todo el mundo lo sabe!

De nuevo, los curiosos prestaron atención a nuestra charla.

- Pero yo sí sé cómo matarlo- continué.
- Y cómo?

Rebusqué en mi bolsa... tenía una pata de un banquito que llevaba a arreglar.

- Con una estaca de madera de un árbol secreto.
- De qué árbol?
- Si te lo digo, dejaría de ser secreto.
- Claro, claro. Y cómo sabemos que funciona?
- Mucho antes que ustedes, mi bisabuelo fué cazador de vampiros. ël usaba madera de ese árbol para matarlos. Ustedes han estado muchas veces en la capital, han visto algún vampiro?
- No...
- Porque mi bisabuelo los mató a todos. Luego, ya viejo, se vino a vivir por éstos lados, porque es más tranquilo, pero me enseñó el secreto antes de morir, por si lo necesitaba. Ahora, yo ni pienso ir por allá, pero puedo vender ésta estaca al que de verdad tenga la velentía de ir por el que parce ser el último de los vampiros...
- Y... cuánto sale?
- 2000 rupias.
- Es un choreo! Y tenés cuotas?
- Me vieron cara de estúpido? Si el vampiro los mata, quién me paga las cuotas?

Los cazadores se quedaron pensando, pero pude ver, a un costado, otro grupo, revolviendo sus bolsillos y juntando el dinero.
- Si no se deciden, otros cazadores se van a llevar la estaca, y lo van a matar primero que ustedes, quedándose con la fama... -apuré-
Rápidamente sacaron todo lo que tenían
- Tenemos 1867 nada más.
- Por ser ustedes, les hago el descuento.
Les dí la estaca, y partieron felices y medio borrachos. El otro grupo, se acercó
- También queremos una estaca, tenemos las 2000…
- Justo estoy terminando otra en casa, si me esperan media hora se las traigo.
Fuí a casa, arranqué otra pata del banquito y se las vendí.
Esa semana viajé al otro pueblo, y compré todos los banquitos que pude. Las estacas se vendían como pan caliente.

El dinero llegaba a raudales, y las historias cambiaron de nuevo. Algunos mentirosos decían haberlo matado, otros, haber peleado con el conde y haber escapado apenas con vida, y la mayoría tenía problemas para encontrarlo.

Aburrido de escuchar los mismos cuentos, decidí retomar mi sueño de juventud e ir a buscar al vampiro por mi cuenta. Antes de partir, encargué al herrero de la ciudad que me hiciera una especie de cuello ortopédico, pero de acero puro, por las dudas.
Al partir, me llevé también un arco, flechas, una lanza y una espada.
Ah! Y una ristra de ajos y una pata de banquito, también por las dudas, no vaya a ser cosa…

Llegué a la capital, y me hospedé en una posada cerca de la taberna más grande. Si iba a buscar información sobre Drácula, ése era el lugar en donde estarían todos los datos.
Obviamente, pregunté antes en la casilla de turismo también, pero no sabían nada.
Luego de tres tardes en la taberna no tenía ni una sola pista sobre el paradero del dichoso conde. Nadie parecía saber en dónde encontrarlo. Nadie, salvo un borracho que aseguraba saberlo, que, como buen borracho de taberna, nadie siquiera escuchaba. Me acerqué a él, con una botella en la mano - Gusta acompañarme de un trago, amigo?.
Me miró de arriba a abajo, se acercó, miró la botella -Azecto!- dijo.

Iba por la mitad de la botella y la charla se encaminó:
- Por 1000 rupias le digo dónde está el vampirito.
- 1000 rupias! No es mucho?
- Si lo encuentra, y lo mata, va a ser famoso y va a ganar mucho más que eso

La treta me era conocida, pero era el borracho de la taberna! Tres tardes seguidas en la misma taberna, ni él ni yo nos íbamos a ir a ningun lado. No podía estafarme sin que lo encontrara luego!
Pagué las 1000 rupias y me contó de una casona, entre los árboles del bosque, bastante apartada de la ciudad.

Dejé al borracho con el resto de la botella, pasé por la posada a buscar mi equipo y salí inmediatamente en su búsqueda.
Llovía torrencialmente, y ningún taxi paraba. O quizás la lanza los amedrentaba un poco, así que tuve que caminar.

Luego de una hora bajo el agua, llegué al final del sendero y encontré la casa. Era enorme! Una mansión de tres pisos. Me acerqué con mucha cautela, por el frente, y miré por una ventana. Estaba totalmente oscura. Traté de abrirla, pero estaba cerrada.
Probé suerte con un par de ventanas más, sin éxito.
Comencé a rodear la casa. La pared lateral era alta y sin ventanas, imposible entrar por ahí. Seguí hacia el patio trasero. Y apenas doblarla esqunina me lo topé de frente. Un relámpago lo iluminó por un segundo. Pálido. Los ojos desorbitados inyectados en sangre subrayados por unas ojeras profundas y oscuras. Sus brazos cruzados sobre sus pecho, como una antigua momia. Instintivamente retrocedí patinando en el barro. La lanza cayó al piso y no me animé a quitar la vista al mosntruo para levantarla. Reculando, saqué la espada de la vaina, y la puse enfrente del conde, que seguía avanzando. Levanté la espada sobre mi cabeza (como si fuera un hacha) con la intención de partirle la cabeza a esa bestia, pero la espada pesaba demasiado y me venció hacia atrás, dejándome sentado en el piso. En la caída, el bolso con el ajo y la estaca quedaron lejos. Otro relámpago cruzó el cielo en el momento en que ese monstruo se abalanzaba sobre mí.
El "CLINK" de los dientes sobre el metal rompió el silencio de la noche. Mi cuello de acero había evitado la mordedura.
El conde, sobre mi cuerpo, su cara a centímetros de la mía, la lluvia sobre ambos. Sonrió, y pude ver sangre en su boca, y sus dientes, destrozados, pero por sobre todo, ví sus ojos, enfurecidos.
- Pensás que el cuello es el único lugar por donde sangrás? -Me dijo, un instante antes de retorcerse y abalanzarse sobre mi brazo, mordiéndolo con fuerza.
- Noooooo! - grité con todas mis fuerzas - Soy RH negativooooooo y tengo colesterol altooooooo -
Y entonces, cuendo pensé que me iba a desmayar, escuché las voces, y ví las luces de las linternas. Un grupo de hombres, salidos de la nada y vestidos todos de blanco, sacaron al conde de encima mío, mientras reían a carcajadas.
- Es la tercera vez que sale éste mes -dijo uno de ellos.
- Sí, vamos a tener que revisar por dónde -contestó otro.
Una de las linternas iluminó al conde, que seguía con los brazos cruzados sobre su pecho.
- Semillas de Chía - me dijo, mirándome por sobre su hombro - son buenas para el colesterol.
Las carcajadas de los hombres de blanco sacudieron los haces de luces, y uno pasó brevemente por un cartel a lado de la puerta donde se leía claramente en letras grabadas: "Manicomio", para luego iluminar al "conde" envuelto en su chaleco de fuerza.

Los hombres y las luces se metieron por la puerta y yo quedé de nuevo solo, bajo la lluvia y en la oscuridad.
Estuve sentado allí por unos minutos, hasta que el susto pasó y pude razonar. Un loco me había mordido! Por suerte tenía la entitetánica y la antigripal al día.

Pero...  además había sido estafado!
Volvi hecho una furia, a la taberna del puebo a buscar al borracho. Cuando entré los murmullos se silenciaron. El borracho ya no estaba en su mesa. Obviamente, no lo iba a ver nunca más. Pero a quién ví fue a uno  de los hombres de blanco, un enfermero del manicomio, acodado en la barra, rodeado de sus amigos. Me señaló diciendo -Es él! RH negativo! -seguido de un coro de carcajadas cómplices de toda la taberna.

Salí avergonzado y volví a la posada. Me dí un baño y me dormí.
Al otro día, cuando desperté, decidí que ésto de cazar vampiros no era lo mío, y luego de desayunar partiría.
Mientras desayunaba, las posadera cuchicheaba sin disimulo con el personal de limpieza. Y sonreían tapándose la boca.

Salí a la calle, y escuché al canillita gritar "Extra, extra! Nueva víctima del loco que se cree Drácula! Conozcan a RH negativo!, extra extr….! - se detuvo cuando me vió, y luego del instante de sorpresa, se tiró al piso a reirse con ganas mientras me señalaba. Los transeúntes no tardaron en únírsele.
Parecía que cada persona de la ciudad sabía la historia, y no tenía problemas en burlarse abrietamente al cruzarme por la calle.

Hice mi equipaje y decidí volver a mi pueblo.
Decidí evitar el camino principal, y tomar una alternativo. No lejos de la ciudad me encontré con el primer prostíbulo mixto. Habían servidores sexuales de ambos sexos. Bastaron un par de preguntas para averiguar que varios de los hombres que trabajaban allí, debido a la inexperiencia, se habían enamorado de sus "clientas", y habían decidido huir juntos.
Había pasado con algún que otro hombre mayor también.
He ahí el misterio de las desapariciones. Lo demás, un cuento inventado por las viejas sin nada más interesante que hacer. Como el del ajo. Como lo de la estaca.

El camino era de varios días, y no tenía apuro por llegar. En el mismo, me crucé con varios viajeros, que traían noticias de la capital, y al reconocerme, me convertían en el objeto de sus burlas. Al parecer, el mote de  "RH Negativo" me acopmañaría hasta mi muerte.

Fué durante uno de esos encuentros, mientras acampábamos, que un grupo de tres adolescentes comenzaron a mofarse y decidí alejarme de los caminos, internándome en el bosque, buscando paz. Pero me siguieron. Aunque no los veía, mientras me alejaba escuchaba sus voces llamándome "Errehacheeeeeee, te voy a mordeeeeeer".
Bajé por la ladera de una colina y llegué a un lago, con éstos tres vándalos por detrás. Rodeé el lago, corrido por sus burlas, y encontré una precaria cabaña claramente abandonada. Me interné en ella sin que me vieran.
Allí, lo único que había eran unos utensillos de cocina viejos y agujereados, y algunos andrajos. Sin pensarlo mucho, me vestí con ellos. La idea era que pensaran que yo era un viejo hermitaño que vivía ahí desde siempre, si me encontraban.
Escuché las voces acercarse.
Tomé un colador de fideos todo oxidado y me lo llevé a la cara para cubrirme.
Seguían acercándose.
Ví por una ventanita sin vidrios un cobertizo a pocos metros de ahí. Quizás ahí podría esconderme mejor. Me arrastré entre el pastizal en esa dirección.
Los ví buscar meticulosamente alrededor y dentro de la cabaña. "Errehacheeeeeee, dónde estáaaaaas"?
Me metí en el cobertizo.
Los escuché más cerca,. Tomé un viejo machete oxidado y sin filo, y con la intención de asustarlos, salí revoléandolo, vestido con harapos y el colador en la cara.

No se asustaron. Al contrario. Se retorcieron en el piso a carcajadas. Éstos adolescentes, sin temor a nada…
Los maté a los tres.
A machetazos
A una la tuve que perseguir.
Tiré los cuerpos al lago.
Fué el primer grupo de adolescentes que maté.
Lo recuerdo bien, fué un martes 13.
No sé si alguien recuerda mi apodo, pero mi nombre es Jason. Encantado.

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