miércoles, 29 de noviembre de 2017

Yo ingeniero: Mi torpe pero esforzada relación con el deporte.


Como todo nerd que se precie, en mi vida no podía faltar el asma, que me impedía hacer deportes como un niño normal, hasta empezada la secundaria.
Claro, que para entonces ya era muy tarde. Mi cuerpo emirriado y pálido no sabía cómo moverse por reflejos o siquiera coordinar.

En primer año la cosa no cambíó mucho, pues nos enseñaban voleyball, que creo que después del ajedrez es el deporte en el que menos se corre.

 Por suerte, en esa época,  Micheal Jordan la estaba rompiendo con los Chicago Bulls, y Adrían Paenza nos lo mostraba por TV. Ya dije que todo en mi ciudad se movía por modas, así que todos los niños y jóvenes empezamos a jugar al basquet.

Yo tenía una cancha cubierta (estando en Jujuy es importante recalcar lo de "cubierta") a media cuadra, y era el primero en llegar, y el último en irme. Por ello, no vaya a creer que yo era bueno. Nada más lejos de la realidad, pero sí aprendí a saltar (si, tampoco sabía saltar), y también a coordinar un poco.

Todo eso, sumado a que ya sabía correr rápido, arrancar y frenar de golpe (habilidades que se adquieren al evitar constantemente ser objeto de bullying) hacía que algunos pibes quisieran jugar conmigo. O, mejor dicho, no les importara tanto que jugara en su equipo. 

Lo importante de esa época es que podía correr sin ponerme morado. Entonces, haciendo volley en el colegio, y basquet en la calle, empecé a obtener la energía propia de un chico entrando a la adolescencia. Energía que no llegaba a gastar en el día, y por lo tanto rompía las pelotas a mis padres de tarde/noche, así que para completarla, me inscribieron en karate (que merece un post aparte, y va a ser el siguiente de la saga)

Pasó primer año y en segundo tuvimos la mitad del año volley, y la otra mitad handball. Para jugar handball Hay que dar pases con la mano, se puede botar la pelota, se pueden hacer 3 pasos con la pelota en la mano,  y en vez de un aro hay un arco. Es un basquet disfrazado, y como tal lo tomé.

En la escuela técnica, todos los pibes jugaban al fútbol, así que rápidamente me perfilé como "la estrella" de handball. Bah, exagero un poco, pero es mi historia y la cuento como quiero.

Estaba muy tranquilo con ese deporte, cuando al pueblo llegó una nueva fiebre: la del paddle.

Para aquellos que no saben, el arco de handball es mucho más grande que una paleta de paddle, por lo tanto, para jugar al segundo se necesita mucha (pero mucha) mas precisión.

Apestaba al paddle.

Pero de nuevo, la suerte estaba de mi lado e impidió que me frustrara: El papá de uno de mis amigos puso una cancha, en donde podíamos ir y jugar gratis. Así que nos pasábamos las mañanas de los sábados y domingos (que era cuando mejos gente había) metidos bajo un techo de chapa transpirando como en un sauna, pero menos quietos, golpeando la pelotita, las paredes y los alambrados.

Tercer año de la secundaria seguimos con handball, cuarto y quinto con basquet.

A esa altura, con el entrenamiento de karate, y los deportes a los que jugaba cada vez que podía, me permitían correr 7 kilómetros hasta una pueblo vecino a cortejar a una señorita. Los raro, es que iba con mi mejor amigo, que tenía las mismas intenciones. A veces íbamos en bici también.

Déjeme hacer un paréntesis en el tema deportes, y contarle cómo terminó aquello.

Siesta de verano en Jujuy, llegamos corriendo a San Antonio, y vamos directamente a visitar a la señorita, que nos esperaba para tomar el té con masas. Repito, por si no quedó claro: SIESTA de VERANO en JUJUY. Yo no entiendo siquiera cómo nos abría la puerta, con lo transpirado que llegábamos.
El tema es que tomamos el té, comimos las masas (absolutamente todas) y salimos a pasear a la plaza del pueblito. La idea era esperar el momento exacto para declararle nuestro amor.

En un imporivsado "piedra, papel o tijera" me gané el privilegio de ser el primero. Si tenía éxito, mi amigo debía desistir inmediatamente. Mientras caminábamos, él, con no sé qué excusa, nos deja solos.
Ella y yo nos sentamos en un banquito como a mitad de cuadra, y ahí, a boca de jarro, le digo: "Sabés que estoy enamorado de vos?"
No recuerdo qué me dijo, pero, como era de esperarse, fuí rechazado. Me levanté del banquito, me dirigí a mi amigo que estaba en la esquina, mientras él venía hacia mí. Nos cruzamos a medio camino. Me preguntó: 

- Y?, 
- No. 

Y continuamos nuestros caminos. Yo me senté en un banco en la esquina y él se sentó con ella.}
7.5 minutos después, lo ví venir solo. 

-Y? - pregunté. 
- Tampoco.

Y comenzamos a correr los 7 kilómetros de vuelta a nuestro pueblo, sin siquiera despedirnos. O pedirle agua para el camino. Así de bestia era.

Fin del paréntesis.

Finalmente llegó sexto año, en donde nos esperaba un profesor nuevo de educación física, que también enseñaba en la escuela comercial. Éste señor tuvo la idea de que las dos escuelas, rivales por naturaleza, podían hacer educación física juntas.

Primero trató de enseñarnos natación.
Qué clase de loco quiere que un ser de montañas nade?
Pasó lo que tenía que pasar: Uno de los chicos nadando estilo crol se cansó de bracear justo en medio de la pileta y, por fuerza mayor, improvisó el estilo piedra.
Por suerte el profesor estaba atento y lo sacó antes que tragara más agua. Se terminó natación.

Pero llegó la maldición: Empezamos a practicar fútbol. Yo no tengo nada en contra del fútbol, es más me encanta. Pero no en ese momento. Yo no quería jugar. Me sabía torpe y no quería pasar vergüenza demostrándolo.
- No, yo no voy a jugar.
- Tenés que jugar, o te aplazo.
- No. Aplazame y vemos, pero yo no voy a jugar.
- Dale! Te parás acá, y cuando viene la pelota, le pegás para allá, y listo!
- Uffff, ok.

Me paré en un sector, bien al costado de la cancha, con la esperanza que la pelota no pasara por ahí.
Pero pasó.
Todo el mundo sabe que es muy difícil resistirse a la tentación de no patear una pelota que viene hacia uno. Calculé la trayectoria y velocidad de la pelota, mi velocidad, el punto de impacto, tomé carrera, y tiré la patada con todas mis fuerzas. Lo que no había calculado (bah, ni había visto) era al otro chico, el  habilidoso, que venía detrás de la pelota, que llegó antes que yo, y con la puntita del pié desvió la pelota de su trayectoria original cuando mi pié ya estaba en curso impulsado por mi fuerza motriz, que finalmente impató en su pierna.

Fractura  de peroné.

Eso fué suficiente para que la directoria diera por terminada la actividad del fútbol, ganándome una puteada masiva de mis amigos.

Lo bueno es que gracias a eso empezamos rugby.
Me costó agarrarle la mano, pero lo hice, y es uno de los deportes que más me gustan.
El profesor pudo organizar un partido con una escuela de San Salvador. Una escuela que practicaba rugby los 6 años.
22 a 0 perdimos. 
Pero seguimos entrenando. Me hice bueno tackleando, claro, desatando a la bestia que en otros deportes debía estar atada… hasta que le quebré la clavícula a uno de la comercial.
Debo confesar que fue sin querer… a medias.
Yo me tiré a taclearlo fuerte, y sí con intención de lastimarlo. Lo que no tuve en cuenta fué la pared que estaba a escasos 50 cms de la cancha, así que parte de la culpa la tiene el profesor, por llevarnos a  jugar a instalaciones que no estaban en condiciones. De todas maneras disfruté que se quebrara, porque el otro pibe era un forro reconocido.

La cuestión es que también dejamos de jugar al rugby, y para aprobar educación física del último año de la secundaria, tuvimos que correr una minimaratón de 18kms. (6 hasta el dique la Ciénaga, 6 alrededor, y 6 más de vuelta). Por supuesto, los 18 kilómetros me fueron acompañando puteadas de todo calibre, de compañeros de ambas escuelas. Pero era de esperarse.

Mas tarde, seguiría sólo con las artes marciales, hasta llegar a Buenos Aires, y volver a jugar al fútbol, ésta vez con mucho, mucho, mucho cuidado.

viernes, 3 de noviembre de 2017

Yo ingeniero: Wolf

Era un día de 3er año de la secundaria. Justo el día posterior a un torneo de karate, en el cual me habían choreado en el combate final. Creo que fué el día en el que estuve más enojado de mi vida.

No quería ir a la escuela, pero mi vieja en eso era implacable, así que fuí. Llegué tarde y tuve que esperar en la puerta de entrada a que terminaran el ritual absurdo de izar la bandera. Absurdo porque nadie le daba bola, no por el ritual en sí.
Cuando pude entrar, por supuesto, ya todos estaban en clase, incuído el profesor de "Estudio del Producto".
Era una materia interesante para un hombre, pero para un adolescente, un bodrio.
Entré al aula, dije "buen día" sin mirar a nadie y fuí derecho al banco del fondo, contra la ventana.

No era mi lugar habitual, siempre me senté en el primer banco, frente al pizarrón. Creo que porque desde siempre tuve problemas de visión.

Estaba en la mía, envuelto en ese halo negro de mal humor autogenerado, cuando escuché de refilón al profesor hacer una pregunta estúpida, de esas que son más porque el tipo está aburrido de hablar que esperando una respuesta. Yo rebufé en mi asiento, tratando de que se escuchara, pero sin que pueda identificar el origen.
Obviamente, me equivoqué. Supo inmediatamente de dónde vino.
Me llamó por mi apellido, y repitió la pregunta. Farfullé un "Acaso importa?" entre dientes.
Él repitió el la pregunta, yo ésta vez no respondí, pero levanté la cabeza y clavé mi mirada en el techo, suspirando.
Una muestra de falta respeto, lo amdito.

El profesor, que debía estar teniendo un mal día también, gritó "Venga a su lugar, usted se sienta AQUÍ" enfatizando la última plabra con un golpe sobre el pupitre que tenía frente a él.

Yo me levanté de mi lugar, caminé hasta donde estaba él, y con falsa inocencia le pregunté "dónde?"
"ACÁ", volvió a golpear la mesa del pupitre. Yo salté inmediatamente, cayendo sentado sobre la mesa, donde él acababa de golpear.
Sus ojos se abrieron desorbitadamente.
- Qué hace? - me dijo, con tono incrédulo.
- Lo que usted me dijo - contesté.
- No sea insolente, y bájese de ahí 
Pero usted me dijo que me siente acá! -golpeando con la mano el pupitre - Por qué no se decide? - levanté un poco la voz

Entonces, me agarró del del brazo, para obligarme a bajar. Yo levanté la rodilla izquierda a la altura de mi pecho, y puse el pié sobre la mesa mientras con la otra mano me aferraba al lado opuesto del pupitre, haciendo palanca para que le fuera más difícil moverme.

Y, como era de esperarse, basado en las leyes de la física fundamentametales, no pudo.
Fastidiado, tiré de mi brazo zafándome, y (también por leyes físicas, la de acción y reacción),  él trastabilló hacia atrás ridículamente, mantieniendo a duras penas el equilibrio, pero siendo suficiente para que mis compañeros soltaran una carcajada al únisono.

Fué lo que lo hizo perder el control.

Levantó el brazo, como para golpearme.
No sé si era un amague, o realmente lo quería hacer, pero no le dí tiempo.
Haciendo fuerza sobre el pié que ya tenía en la mesa, me paré en la misma, y salté hacie él, pegándole con la planta del otro pié en la cara.
Se fué hacia atrás, golpéandose la espalda y la cabeza contra el pizarrón, y un segundo después, yo caía enfrente de él, con una piña en su pómulo.
Mis compañeros de más cerca, se abalanzaron y me agarraron, mientras el profesor se recomponía. Tenía cortado el pómulo y le sangraba.

- Está expulsado - me dijo, mientras se secaba la sangre con un pañuelo -Salga ahora mismo.

Yo volví al fondo del aula, agarré mi mochila y salí al patio. Estaba yendo hacia la salida, cuando me crucé con la directora en el pasillo.
- Qué te pasa? - me dijo, al verme colorado como un tomate.
- Me agarré a piñas con fulano.
- QUÉ!?... pero cómo...!?
- Él me quiso pegar.

Me llevó de nuevo al aula e hizo salir al profesor.
Cuando volvió, no me dirigió la palabra durante el resto de la clase, pero antes de terminarla, se acercó y me dijo sólo a mí: "Vos y yo, en el canchón".

La escuela es una técnica, y tiene un tinglado detrás de todo, bastanta apartado del edificio, al que llamamos "el canchón" y es donde los técnicos prueban sus chirimbolos, y donde se arma la carroza para la Fiesta Latinoamericana de los Estudiantes.

Fué así, que al mediodía, mis compañeros varones (y otros), estábamos en el canchón. Ya habían formado un círculo cuando llegó el profesor.


Entró al círculo, me miró, y comenzó a sacarse la camisa

Yo no esperé tanto, Mientras se sacaba la camisa me acerqué y le pequé un trompazo en el mismo pómulo anterior, que comenzó a sangrar de nuevo. Se me vino encima tratando de abrazarme, así que retrocedí tirando dos piñas, una le rozó el ojo. Me agarró, y rodamos por el piso. Me levanté rápido y recibí una piña en la boca, retrocedí un paso, y cuando se me vino encima, salté dando una vuelta en el aire, y con una perfecta patada hacia atrás (ushiro geri) desde el aire, le enterré el talón enla boca del estómago, lo que lo dejó de rodillas sin respiración, y levantando la mano, pidiendo tregua.
Le dí la mano, lo ayudé a levantarse, y nos fuimos caminando sin decir una palabra, hasta el baño de los talleres de la escuela.
Ahí adentro mientras nos lavábamos, me dijo
- peleás bien.
- Tuve un torneo ayer, estuve entrenando.
- Disulpame por lo de ésta mañana en el aula.
- Yo tampoco estuve bien.
- Todo bien?
- Todo bien, claro.

Salimos de ahí abrazados.
Al otro día, un compañero llevó una revista "D'artagnan", en donde había un bárbaro, que estaba siendo entrenado por su maestro, y jusssssto en ese comic, le gana.
El bárbaro (y el cómic) se llamaba Wolf, y como yo también le había ganado al maestro, me quedó ese apodo por el resto de la secundaria.

Claro que, la única materia que me llevé en mi vida, fue "Estudio del Producto".

miércoles, 25 de octubre de 2017

Abducido

Ocurrió hace unos años.
Habíamos ido, unos amigos y yo, de campamento a unos cerros. No importaba cuál fuera, a nuestro modo estábamos explorando nuevas tierras.
Habíamos terminado el asado a la noche, la guitarreada, la cerveza y el fernet, y ya estábamos todos dormidos en nuestras carpas. Hacía frío afuera.
Alrededor de las 2 de la mañana, me desperté con la idea de orinar, así que me alejé un poco, en dirección a un cactus grueso que había como a 100 metros, cuando de repente una luz azul me bañó desde arriba.
Todavía mareado por el alto alcohol en sangre, me dio más curiosidad que miedo... hasta que empecé a levitar.
Ese haz de luz me estaba llevando!

Empecé a gritar como un desaforado: "Arieeeeel, Panchoooooooo, Ninjaaaaaaa" llamando a mis amigos... pero no vi a ninguno salir de la carpa. Segui subiendo hasta que apenas podía distinguir las carpas. Entonces el grito cambió de destinatario: "Bajenméeeeee culiados!" a quienes me estaban llevando.

Los gritos no duraron mucho... sabía que era inútil. Me dediqué q disfrutar un poco de la adrenalina de estar flotando. Probé si podía moverme o nadar en esa luz, pero con cuidado de no salirme, porque la caída seguramente sería mortal.
Era raro, podía mover todas las partes de mi cuerpo, pero no cambiar mi posición ni desplazarme. No sentía que me tiraran hacia arriba, sino mas bien como cuando uno se deja llevar desde el fondo del agua.

Justo cuando empezaba a ponerse aburrida la cosa, atravesé una membrana semipermeable, como cuando era chico y atravesaba la cortina de tiras del carnicero,  y me encontré en una habitación oscura. Empecé a caminar, despacio y con los brazos extendidos, tanteando para no llevarme por delante una pared... pero no encontré nada. Caminé en línea recta un rato largo, sin encontrarme con nada.
"Es imposible" -pensé- "No puede ser una habitación tan grande." Entonces, mi cerebro de ingeniero comenzó a crear teorías para explicarlo. La que mas me cerró fue la posibilidad que estuviera caminando sobre una plataforma móvil multidireccional muy bien aceitada, que se movia a la misma velocidad que mis pasos, pero en dirección opuesta.  Por supuesto, tenía que comprobarlo. Ahí en la oscuridad tiré unos pasos de break dance, hice el moonwalk, y terminé rodando en el piso, sin tocar nunca una pared. Claro, era tecnología alien, muy bien hecha!

Me acosté en el piso, mirando a la nada, y me dormí. Mi último pensamiento fue: "Por lo menos no me garcharon... pero justo tenían que experimentar conmigo cómo los humanos morimos de inanición... o aburrimiento?"

Me despertó un zumbido, que se hacía cada vez mas audible y sonaba mas cerca, pero por todos lados. No sabia de donde venia. En un momento al volumen quedo constante, y era molesto.

"Me hinché los huevos" dije en voz baja. Y empecé a saltar hacia arriba, pero en el aire desplazando la cadera, para no caer en el lugar de origen. Vieja técnica para ganar unos microsegundos en el aire de cuando jugaba al básquet.

Hice eso unas 20 veces, hasta que toque una pared metalica. "Si el zumbido me jode a mi, yo los voy a joder a ellos..." - pensé, y empece a golpear la pared lo mas fuerte que podía.

Nada.

Me saque las zapatillas y practique es solo de batería mas inspirado de mi vida sobre ese pedazo de lata.

Nada.

"Aliens sordos" -pensé.

Entonces se me ocurrio que quízas estos tipos eran tan avanzados que se comunicaban mentalmente, sin necesidad de hablar.

Empece a llamarlos con el pensamiento. Primero "diciéndoles", "Muchachos, vengan y hablemos, les cuento todo lo que quieran saber".

Nada.

Luego "gritándoles", "Aliens putos, no tienen huevos, vengan maricones, les voy a meter el rayito de luz azul por el orto, si tienen..."

Nada.

Y ya casi rendido, "Aaaaaalieeeeeensssss, VengaVengaPaCá, fuiiiifuifuifuifuiiiiiii (silbándolos como a un perro)".

Nada.

Empecé a seguir la pared con las manos, a ver a dónde me llevaba. Era toda lisa.

"Ni remaches usan estos hijos de puta... y yo que tuve que poner durlock..." pensaba mientras tanto.

Hasta que en un momento encontré un desnivel en la pared. Como una hendidura que iba desde el piso hasta supongo que el techo, porque tampoco sabía donde estaba el techo.

Metí mis dedos ahí, y tiré apenas, y era una puerta corrediza nomás.

Del otro lado, había una habitación llena de luces, botones, pantallas... todo eso para tocar!!

Entré mirando todo eso, y cuando mire para arriba, había como una caja flotando en medio de la habitación. Muy alta. Busque un botón que dijera "bajar caja", pero no habia letras ni dibujos ni íconos en ningún lado. Estos tipos no tenían idea de como hacer interfaces de usuario.

Asi que apreté un botón al azar. Cambió de color y no pasó mas nada.
Apreté otro, y otro y otro máas. Todos cambiaban de color, pero nada más.

Entonces, se me ocurrio que la cosa podría andar con secuencias de colores (al pedo usar tantos botones, pero bueno, eran aliens, pobres).

Primero puse en blanco un cuadrado de botones, y luego hice una "X" en rojo con algunos.
Seguia sin pasar nada.
Y ahí cai en la cuenta: Esos botones eran placebos! Como cuando uno mete una rata en un laberinto para ver que hace.
Lo interesante de ver la rata, es que uno se sorprende si hace algo inesperado, asi que saque mi cortaplumas del bolsillo y empece a destapar todos los botones. A la mierda las lucecitas.

Y ahí si, la caja bajó. Claro, si les rompes el equipo aparecen estos culiados.

Terminó de bajar, y era como de espejos, no se podía ver para adentro. Pero estaba seguro que de adentro para afuera si me podían ver.

Lo primero que hice fue subirme a la caja, por si se volvia a levantar, yo me iba con ella (si, veo muchas películas de acción), pero cuando subi, toque un hilo, muuuuy finito que sostenia la caja. Cortapluma en mano, trate de cortarlo, pero no pude. Tampoco pude con los dientes. Asi que empece a practicar malambo arriba de esa caja. Y zarandeo. Repiqueteo.

No tardo en abrirse un costado y de ahí adentro salio un bicho palido, flaco, con ojos saltones, que se comio un rodillazo en la cabeza cuando le salté encima y quedo tirado en el piso.

Yo tenia razón! Desde adentro de la caja, si se veía para afuera, y tenia otros botones y otras palanquitas (Pero también sin letras ni dibujos ni iconos. No se como entrenan a los juniors estos tipos...)

Toque un botón y en una de las pantallas apareció el espacio. Congelado, quieto.
Debe haber estado viendo "Gravity" en una especia de Netflix  y la puso en pausa pensé, pero rápido me di cuenta que estábamos en el espacio!

El bicho se movio un poco en el piso, fui y lo agarre del cogote. Era tan flaco que mi mano le rodeaba todo el cuello.

Con la otra mano me señale, y señale para abajo. El bicho estiro la mano, y toco unos botones en el costado de la caja. En la pantalla apareció el rayo azul que llegaba hasta la tierra.

Y ahí se me occurió otra cosa, muuuuucho más interesante.

Solte al bicho y le hice señas de que quería un papel y lápiz. De adentro de la caja saco una pantalla en blanco y me la dio. Claro, yo boludo quieriendo papel y estos me dan una tablet.

Dibuje con mi dedo unas carpas, y dibuje a 3 monigotes, se lo mostre. El bicho me miro. Luego dibuje el rayo azul sobre mis amigos, y se lo mostre. El bicho no se movio, pero juro que sonreía.

...

Luego le dibujé un robot con tentáculos.

...

Con el bicho estamos mirando a mis tres amigos en la habitación de al lado, de paredes metálicas, corriendo. Escapando de un robot que amenaza con explorar sus cavidades con sus tentáculos.

Yo acabo de dibujar en la tablet el rayo azul trayendo hamburguesas y gaseosas.

El bicho no lo sabe, pero cuando me aburra, mis amigos y yo vamos a ir en su nave a su planeta, y los vamos a hacer poronga. Por hijos de puta.

miércoles, 4 de octubre de 2017

Yo Ingeniero: Mi primer beso

Como todo ingeniero auténtico, también era un nerd por naturaleza, y mi relación con los especímenes de género femenino era difícil.

No, no… perdón, no era difícil. Era imposible.
  
Bastaba con que una nena linda me mirara directo para congelarme y temblar a la vez. ¡Y era mucho peor si me hablaba! No podía pronunciar palabra, y me salía un "hiiiiiiiiiii" finito. Si la situación se mantenía por un tiempo más o menos largo (más de 10 segundos) me bajaba la presión y se me aflojaban las piernas. No llegué nunca a desmayarme, pero creo que sólo porque huía despavorido.

No debía de quedar muy elegante salir corriendo como un poseído por demonios, tratando de mantener el equilibrio y con un chillido agudo. Esto ocurría así, literalmente. Todavía me ocurre a veces… y ya soy un adulto crecidito.
  

Claro que, como todo nerd que se precie, trataba de buscar una explicación lógica para mi comportamiento, sin éxito.

¿Qué hubiera sido lo lógico? Que si me gustaba, yo pudiera decírselo. Y si yo le gustaba a ella, nos besáramos ¡y listo!

Pero no, no podía.
  
Así fue como con cada situación, iba acumulando experiencia, sacando conclusiones, a fin de poder resolver el problema (que es, en definitiva, lo que los ingenieros hacemos)
  
Situación 1: Mi primera declaración de "amor", fue en la plaza. Tenía unos 6 años, Iba en el portaequipaje de mi bici, que manejaba un amigo, a una chica que estaba sentada en un banco, con otras 5 chicas. Paramos en frente de ella, y le dije "Fulana, me gustás". No hubo respuesta, sólo risas hirientes. De ella, de sus amigas, incluso de mi amigo! 
Yo sabía que ella gustaba de mí, así y todo, no me lo dijo. 
Aprendizaje: Las mujeres son irracionales. Y mi amigo es un ex-amigo.

Situación 2:  A la edad de 7 años, me gustaba una compañerita de segundo grado. Estuve esperando eternamente a que se diera el momento propicio para hacérselo saber. Y cuando digo eternamente es literal: a fin de año se cambió de escuela.  
Aprendizaje: El tiempo no espera a los lerdos.
  
Situación 3: En tercer grado, me gustaba otra compañerita, pero -maldita vida- también le gustaba a mi mejor amigo. 
Mi mejor amigo y yo peleamos por la niña, claro que ella nunca se enteró, porque si bien teníamos huevos para trompearnos, no los teníamos para dirigirle la palabra.
Aprendizaje: Al parecer hay competencia por las mujeres.

Situación 4: En cuarto grado, tuvimos una compañerita nueva, mucho más desarrollada que el resto, y si bien en aquél momento no tenía ni idea qué me pasaba, lo único que quería era estar cerca de ella. Hoy lo definiría como una calentura galopante. 
Aprendizaje: Las tetas nos vuelven locos desde chiquitos.  

Como puede ver, lector, uno, como buen ingeniero, va acumulando experiencia, y tratando de acomodarla en su mundo lógico, pero es que ¡tal lógica no existe! Es entonces cuando uno desarrolla un pavor por las mujeres. Pasan a estar en la categoría de fenómenos paranormales, que no tienen explicación pero que son capaces de afectarnos. Si, como los fantasmas.
  
Aunque la naturaleza es sabia: Así como los flechazos llegaban a montones, las heridas se curaban muy rápido. Claro que también tiene sus fallas: Le dio la testosterona al más estúpido de los géneros.
   
Las peleas entre varones por las chicas comenzaron a ser frecuentes. Imagínese lector, que yo peleaba como un nerd... así que muy bien no me iba.

La mayoría de las peleas (si no todas) eran porque una chica nos gustaba, pero ella no nos conocía… ni nos conocería nunca. Repito, la naturaleza nos hizo hombres y estúpidos.
  
En quinto grado, todo venía más o menos bien, sin polleras de por medio, jugábamos al fútbol en el recreo y esas cosas de verdad entretenidas. Fue por entonces que escuché a uno de mis compañeros admitir que le gustaba una chica del otro quinto. "Es mi novia" decía él. Boludeces de chico que uno dice. Nunca habían siquiera hablado.

El tema es que ésta chica nueva, del otro quinto, empezó a ser tema de conversación entre mis compañeros, y yo, colgado como siempre, ni sabía quién era.

Hasta que la vi.

Esa, la primera vez que la vi, me quedó grabado a fuego. Fue como un flechazo que te atraviesa el cráneo. Era hermosa. Recuerdo la sensación a la perfección: Fue como dejar de respirar y de sentir todo. Como si su presencia y su belleza me hicieran desaparecer (a mí  ya  todos) del patio de la escuela. Dejaron de existir los sonidos, los colores, el tiempo. Todo.

La idiotez de los hombres crece al mismo ritmo que el resto de los órganos vitales.

Por supuesto, no tenía ni idea de cómo acercarme (o moverme, para el caso). Tampoco podía hacer planes sobre ese terreno desconocido. Yo era tan distinto a mi compañero, que le escribía mensajitos y se los hacía llegar con una amiga (generalmente la feucha del grado). 

Y así seguí, sin saber qué hacer con todo eso que me pasaba, hasta que un nuevo rumor llegó a mis oídos. Ésta piba se besaba con uno de sus compañero. EN-LA-BO-CA!


Yo no lo podía creer! Invadido por los celos (sin motivos, obvio. O sí, totalmente fundados. Bah, no sé…), fuí y la encaré. ¿Para decirle que me gustaba? Noooo, ¡eso era imposible! Fui a hablarle para otra cosa muchísimo más importante: Fui a contrastar los hechos con la fuente. (¡Que uno es nerd sobre todo! Y estúpido, por ser hombre)

Cuando la tuve de frente le dije, con toda autoridad:  
- ¿Vos te besás con fulano?
- Sí.
- ¡No te creo! ¡A ver! ¡Mostráme! 

Claro, "fulano" estaba al lado de ella, pero yo no lo había visto. En realidad, cuando la veía a ella no veía a nadie más. Lo agarró del cogote y le metió un beso de esos que te dejan con los ojos abiertos a esa edad… y el corazón destrozado. 
  
No recuerdo nada más que sea relevante ese año, pero al año siguiente, apenas empezadas las clases, su amiga, la feucha, me trajo un papelito de parte de ella.  Lo abro, y decía "¿Querés ser mi novio?". Salté, corrí, me tiré al piso, di unas vueltas (creo que inventé el break dance), grité, aullé… y le dije (todavía desde el piso), con toda la flema inglesa que ameritaba la situación "que venga ella y me lo diga en la cara". Y sí. Así, así, así de estúpidos somos los hombres. 
  
La amiguita desapareció, y volvió, pero…  "Oh Dios! Viene con ella!", y no tenía para dónde correr!

 Se acercó, y me dijo: 
- ¿Querés ser mi novio?
- Hiiiiiiiii
- Bueno, hablamos después,

Y se dio vuelta y se fue. Yo estuve sin respirar 15 minutos, y calculo que tuve mis primeros 4 infartos en ese tiempo.
  
¡Pero ya tenía novia! ¡Y nada menos que la más linda de la escuela!  

En los día siguientes a eso, yo soñaba con darle un beso, y a la vez me moría de vergüenza, así que le dije que tenía que  ser en un lugar donde estuviéramos a solas (jamás hubiera podido, como su compañero, darle un beso delante de todos. Y tenía entre 10 y 11 años, o sea, que por una buena educación de mis padres, todavía no sabía que el alcohol ayuda en esas situaciones).

Pero claro, se complicaba obtener un poco de privacidad en la escuela (no sé por qué no éramos novios fuera de ella… supongo que porque jugar a los autitos y jugar con los amigos era mucho más interesante)

Una vez, en una galería cerrada estuvimos a punto, pero un pendejo hijo de puta (que durante mucho tiempo fantaseé con matarlo a machetazos) gritó "¡viene la señorita!" y salimos corriendo con el cagazo del siglo. 

Seguimos planeándolo por días, hasta que otro compañero, cansado de tanto circo, nos encerró a ella y a mí en un aula en donde se guardaban las sillas. No sé de dónde fue que saqué el valor, y le dije "Vení, preciosa", tomándola de la cintura (o quizás dije "hiiiiiii" y me acuerdo mal). Y en un instante, sentí sus labios sobre los míos. Ella me besó a mí, como era de esperarse. ¿Cómo iba yo a besarla, si de nuevo, no podía ni moverme?

Y pasó lo inesperado: ¡Ella salió corriendo!  

Tiempo después dejamos de vernos, creo que porque ella después fue  novia de un compañerito mío. Y después de otro. Y de otro más. Yo entré a la adolescencia, en donde los hombres nos volvemos más idiotas. Sería algo así como el supersayayin de la idiotez.
   

Y las mujeres en la adolescencia del ingeniero es un tema serio que merece ser tratado en otro(s) capítulo(s).

martes, 26 de septiembre de 2017

Yo ingeniero: Loading...

Como ingeniero, soy consecuencia.
Siempre fuí un nerd, desde chiquito.
Y ésta es mi historia.

Soy de una ciudad llamada El Carmen, en la provincia de Jujuy.
El término "ciudad" le quedaba grande, imagínese.

Mi casa era de adobe (si cree que el único adobe es el lector de pdfs, infórmese mejor), construída por mi bisabuelo en 1890. Era una extensión de una casa mas grande, cuyo terreno ocupaba media manzana (casi todas las casas tenían terrenos así de enormes).

Con el terreno ocupando media manzana, había patio de sobra. Y en los patios, la gente de antes plantaba cosas. Había árboles frutales varios: Ciruela blanca y negra, cayote, tuna, mandarina, tres naranjos, tres paltas, tres parras de distintas uvas, higos blancos y negros, limones y uno de chirimoyas.
Mi niñez ahí fué inmejorable (y las diarreas por comer fruta verde o caliente al sol, muy frecuentes)

La ciudad tenía una sola plaza, tres calles longitudinales, y como mucho calculo que treinta transversales. Imposible perderse.
Frente a la plaza estaban la municipalidad, la escuela, la iglesia, los dos cines (sí, teníamos dos cine, a 30 metros uno del otro) y una confitería multirubro (tenía mesas y sillas para sentarse a tomar algo, pero también videojuegos, artículos de librería, heladería, pizzería y artículos de limpieza). A la "confi" le hacía competencia el multirubro que estaba en la esquina. Imagíne que si úna confitería vendía todo lo que digo, en el multirubro podía conseguir hasta un container lleno de pandas amaestrados.

En El Carmen, durante los 80/90, las casas no se cerraban con llave. Uno podía salir de su casa y entrar a la de su vecino como si fuera una habitación más, y nuestras madres si no sabían donde estábamos, ponían en marcha el sistema de seguridad de la ciudad: Le preguntaban al primero que pasaba por la puerta. Y siempre, siempre, siempre, nos habían visto ir a algún lado o entrar en algún otro.

Era fantástico estar almorzando, y ver que tu amigo se aparecía de la nada en el comedor, hacía una saludo general y se sucedía siempre el mismo diálogo.

Amigo: - Te falta mucho para terminar?
Yo: - Sí, recién empezamos.
Mamá: - Querés comer, Ariel?

Ariel miraba los platos. Si le gustaba lo que había, decía que si y se sentaba. Sino decía "No, ya comí" (lo cual era verdad).
Acto seguido, pasaba al patio a esperarme.
Al rato entraba otro amigo, saludo general, pispeaba para el fondo y pasaba. Y así con toda la barra de amigos.
Podía ser en mi casa, o la de cualquier otro. Y jamás de los jamases se pedía permiso o se tocaba el timbre para entrar. Puede ser porque no teníamos timbres tampoco.

Cuando fuimos un poco más grandecitos, ya podíamos jugar en la calle literalmente. El punto de reunión era la plaza, en donde a veces jugábamos a las carreras, la mancha, andábamos en bici y en patines.  El juego mas peligroso era las escondidas, porque usábamos los árboles y ligustrines para escondernos y había que estar atento no sólo al que buscaba, sino al "Chato", el placero, que no quería que le pisemos el césped. De hecho, si agarraba alguno distraído lo dejaba con algunos pelos de menos en la cabeza del mechonazo que le daba.
Pero muchas veces nos íbamos a jugar a la pelota a alguna calle poco transitada (es decir, cualquier de las transversales) o íbamos a la casa de mi primo, que tenía pileta.

Y por supuesto, íbamos todos a la misma escuela.

Y es en esa escuela en donde el nerd que escribe comienza a perfilarse.

Empecé jardín de infantes sabiendo leer. Pasé a la primaria sabiendo sumar y restar, y ya conciente de la infinitud de los números (mis trabajos en jardín de infantes era hojas y hojas con secuencias de números). Tal nivel de abstracción no es común en un niño… salvo que sea un nerd.

En la primaria, obviamente me aburría, y los maestros no eran capaces de satisfacer mi curiosidad ni de evitar mi mal comportamiento. Me daban tareas extras, que terminaba de todas maneras más rápido que mis compañeros y por consiguiente me dedicaba a molestarlos. Hay que decirlo, mis maestros no estaban preparados para darme contención, y estoy agradecido a la vida por ello, porque era claro candidato a ser diagnosticado (erróneamente) con TDAH (Trastorno por Déficit e Hiperactividad)

Si tuviera un boletín de le época, podría verse que tenía un "Ss" (Sobresaliente) en todas las materias, y una "R" (Regular) en disciplina.

Mis padres contarían durante años cómo yo pasaba mucho tiempo en "dirección" y luego ellos me tenían que ir a buscar.
Ir a "dirección" se suponía que era un castigo, pero que a mí me encantaba porque la directora me dejaba jugar con unas figuras geométricas de acrílico (que eran muy delicadas y las únicas en toda la escuela por cierto).

Mi mamá, que, o era una visionaria, o quería mantenerme ocupado, me terminó metiéndo (a los 8 años) a un instituto de inglés. Era el menor del instituto, y egresé del mismo a los 15, siendo abanderado, como buen nerd que se precie.

Por aquel tiempo, empecé a leer los que podía. Primero eran las revistas Anteojito, luego los cómics. El Hombre Araña  específicamente. Luego las Nippur y las D'artagnan. Luego todo lo que se me cruzara. A tal punto que en casa teníamos una coleccipón de libros de gramática inglesa, que pasó por mis ojos. Y por casualidad, un cartero equivocadamente nos dejó un diccionario ilustrado, que me solía llevar al baño cuando hacía caca, para ver cómo funcionaba una turbina de avión, o una bomba de agua. En fin, cosas de Nerds.

Y como para acentuar el estereotipo, era asmático, flacucho y pálido.

Pero lo que realmente define a un nerd, es su relación (o la falta de ella) con el sexo opuesto.
En la escuela primaria, una persona normal comienza a relacionarse con sus amiguitas. Un nerd no.
Es una imposibilidad física, como acercar dos imanes por el mismo polo. Claro que hay grados en ésto. No a todos los nerds les resulta tan difícil, aunque en mi caso era bastante claro: iba camino a ser ingeniero.


martes, 19 de septiembre de 2017

Despertar

Me desperté como hace mucho no me despertaba: Sin sueño.
Abrí los ojos espontáneamete, y me quedé aletargado mirando a la oscuridad absoluta reinante,
Mi cabeza, levemente levantada por la almohada, con el cuello apoyado por completo.
Deduje, por la ausencia de ruidos, que todavía era temprano.
Decidí concientemente disfrutar de esos instantes de serenidad, de confort.

Me quedé así, inmóvil, disfrutando del calor del ambiente, de la comodidad de mi cuerpo, por un momento difícil de precisar. Puedieron haber sido segundos, o minutos.

Mi cabeza, poco a poco se fué despertando también. Empezó a traer datos del día anterior, y a planificar el día que me esperaba.

Decidí levantarme, preparame un buen desayuno, con tiempo.

Quise incorporarme, pero no pude.
Traté de mover los brazos, pero tampoco pude.

Horror! Estaba paralizado! Mi cuerpo estaba como aprisionado por la cama, pero también por encima de mí!

Así que ésto es quedar cuadripléjico? Es querer moverte y sentir que desde afuera de tu cuerpo te lo impiden? Como estar maniatado?

Y entonces lo sentí: El olor impreciso pero reconocible. Ese olor que sentí pocas veces, pero que queda grabado en la memoria.

- La gran puta que los parió! - grité - Miles de veces diciéndoselos. Miles! Sin exagerar! Tantas charlas, tantas veces tocado el tema... para qué! Como hablarle a una pared fué...

Siempre supe que ésto podía pasarme, y me aterraba, pero curiosamente ahora estaba más enojado que con miedo, lo cual me resultaba en cierta manera reconfortante. Quizás el miedo de siempre, había sido exagerado.

- Sabía que me iba a pasar a mí, yo sabía. Y nadie me dió bola. No les costaba nada, carajo!  Si para ellos era lo mismo... 1 día.. o 3, qué les cambiaba?  Hijos de puta! Claro, todo a las apuradas hacen, y se cagan en lo que uno quiere... se merecen ellos estar en mi lugar, la concha de  todo- seguí diciendo en voz alta, hablando en la oscuridad, a la nada. Frustrado por la situación y la impotencia.

- Ahora mismo podría estar desayunando, si no fuera por éstos hijos de puta - continué - o podría estar disfrutando del aire fresco en la cara, y no de éste, todo viciado y calient. Tantas posibilidades! Tantas cosas por haceer, si sólo me hubieran escuchado! Si, como les pedí reiteradas veces, me hubieran velado dos días más, hoy estaría en otro lugar, moviéndome, y no enterrado vivo y por morir -me lamenté.


lunes, 29 de mayo de 2017

Una del conde

Nací en Transivania, en un pueblito cerca de la frontera. Sí, ese país famoso por su conde. De hecho, él y yo fuimos contemporáneos, y de eso se trata ésta historia.

De niño, cuando la gente pasaba por mi pueblo, siempre traían noticias del conde. Siempre eran malas noticias. Un familiar desaparecido, generalmente damas jóvenes, pero también, de vez en cuando, algún señor maduro.

Así fuí creciendo, escuchando espeluznantes historias que ocurrían lejos de donde yo vivía y que me daban mucha, mucha curiosidad.

Eran historias variadas: Que se las llevaba, que las hipnotizaba, que dormía en un ataud, que no soportaba la luz del sol y sólo salía de noche, y por eso nadie lo había visto, que además se transformaba en murciélago...
- En muerciélago! - pensaba yo. -No podía transformarse en algo más copado? Un tigre o un león? O un águila si quería volar?
Luego la historia se fué deformando y la más popular era que en realidad era un vampiro, y de ahí que chupaba la sangre de sus víctimas, mordiéndoles el cuello.

Fué así, que movido por una intensa curiosidad, durante mi adolescencia planifiqué cada detalle para atrapar al famoso conde. Pero claro, eramos una familia de campesinos, y para viajar necesitaba dinero, y para conseguir dinero, tenía que intentar algo. El problema es que no sabía qué.

Un día, como cualquier otro, me crucé con un grupo de viajantes que justamente venían hablando del dichoso conde, e impulsivamente, sin saber muy bien en dónde terminaría, dije:

- Tengo la manera de que Drácula no se acerque...
- Cómo?

Imaginación al rescate, cómo sigo la mentira? Yo venía del super, y al manotear adentro de la canasta tenía sólo algunas verduras y frutas. Saqué lo primero que agarré... unas cabezas de ajo.

- Tengo éste ajo, que tiene mi tratamiento secreto. Se coloca en el respaldo, sobre la cabecera de la cama, y de esa manera Drácula no puede acercarse.
- No tengo cabecera... tengo un catre.
- Bueno, se cuelga en la pared (espero que tenga pared).
- Y qué tratamiento secreto es ése?
- Si se lo digo ya no sería secreto.
- Claro, claro. Y cómo sé que funciona?
- Tengo familiares en la capital. Todos lo usan, ninguna de mis primas ha desaparecido jamás.
- Y cuánto sale?
- 1000 rupias.
- Eso es carísimo!
- Si, pero son las últimas cabezas de ajo que me quedan. Si no las quiere no hay problema.

Yo ya había pispeado alrededor, y había varios curiosos prestando atención.

- Y cuándo vas a tener más cabezas?
- El tratamiento dura meses, no va a ser pronto.

El viajante me miraba con desconfianza, y entonces uno de los curiosos, mas crédulo, dijo

- Débito?
- Con 10% de recargo.
- La llevo.
- Suya.

Recogí el dinero y me dí media vuelta para alejarme, pero tuve que detenerme al verme rodeado de gente, que me preguntaba cuándo estaba lista la próxima partida de cabezas de ajo.
A los dos meses ya había vendido el ajo a todo aquel que quisiera comprármelo, sin que ningún cliente jamás se quejara. Claro que si no funcionaba, no tendrían posibilidades de hacerlo tampoco.
Y de paso, el aliento de la población en general mejoró notablemente.

Mientras vendía mi ajo, noté que las historias que llegaban el pueblo comenzaban a cambiar. Sabiendo que ahora podían defenderse del conde, comenzaron a llegar cazadores en busca de fama.
Fué así como una tarde, de camino al carpintero del pueblo, pasé por la taberna y escuché a un grupo de ellos que charlaban mientras tomaban cerveza en la vereda.
Yo ya tenía dinero suficiente, pero no pude contenerme. Me acerqué y pregunté tímidamente:

- Y cómo lo van a matar?
- Llevamos arcos, flechas y lanzas!
- Pero eso no funciona...
- Por qué no?
- Porque es inmortal. Para eso chupa sangre, para no morir.
- Quién te dijo eso?
- Todo el mundo lo sabe!

De nuevo, los curiosos prestaron atención a nuestra charla.

- Pero yo sí sé cómo matarlo- continué.
- Y cómo?

Rebusqué en mi bolsa... tenía una pata de un banquito que llevaba a arreglar.

- Con una estaca de madera de un árbol secreto.
- De qué árbol?
- Si te lo digo, dejaría de ser secreto.
- Claro, claro. Y cómo sabemos que funciona?
- Mucho antes que ustedes, mi bisabuelo fué cazador de vampiros. ël usaba madera de ese árbol para matarlos. Ustedes han estado muchas veces en la capital, han visto algún vampiro?
- No...
- Porque mi bisabuelo los mató a todos. Luego, ya viejo, se vino a vivir por éstos lados, porque es más tranquilo, pero me enseñó el secreto antes de morir, por si lo necesitaba. Ahora, yo ni pienso ir por allá, pero puedo vender ésta estaca al que de verdad tenga la velentía de ir por el que parce ser el último de los vampiros...
- Y... cuánto sale?
- 2000 rupias.
- Es un choreo! Y tenés cuotas?
- Me vieron cara de estúpido? Si el vampiro los mata, quién me paga las cuotas?

Los cazadores se quedaron pensando, pero pude ver, a un costado, otro grupo, revolviendo sus bolsillos y juntando el dinero.
- Si no se deciden, otros cazadores se van a llevar la estaca, y lo van a matar primero que ustedes, quedándose con la fama... -apuré-
Rápidamente sacaron todo lo que tenían
- Tenemos 1867 nada más.
- Por ser ustedes, les hago el descuento.
Les dí la estaca, y partieron felices y medio borrachos. El otro grupo, se acercó
- También queremos una estaca, tenemos las 2000…
- Justo estoy terminando otra en casa, si me esperan media hora se las traigo.
Fuí a casa, arranqué otra pata del banquito y se las vendí.
Esa semana viajé al otro pueblo, y compré todos los banquitos que pude. Las estacas se vendían como pan caliente.

El dinero llegaba a raudales, y las historias cambiaron de nuevo. Algunos mentirosos decían haberlo matado, otros, haber peleado con el conde y haber escapado apenas con vida, y la mayoría tenía problemas para encontrarlo.

Aburrido de escuchar los mismos cuentos, decidí retomar mi sueño de juventud e ir a buscar al vampiro por mi cuenta. Antes de partir, encargué al herrero de la ciudad que me hiciera una especie de cuello ortopédico, pero de acero puro, por las dudas.
Al partir, me llevé también un arco, flechas, una lanza y una espada.
Ah! Y una ristra de ajos y una pata de banquito, también por las dudas, no vaya a ser cosa…

Llegué a la capital, y me hospedé en una posada cerca de la taberna más grande. Si iba a buscar información sobre Drácula, ése era el lugar en donde estarían todos los datos.
Obviamente, pregunté antes en la casilla de turismo también, pero no sabían nada.
Luego de tres tardes en la taberna no tenía ni una sola pista sobre el paradero del dichoso conde. Nadie parecía saber en dónde encontrarlo. Nadie, salvo un borracho que aseguraba saberlo, que, como buen borracho de taberna, nadie siquiera escuchaba. Me acerqué a él, con una botella en la mano - Gusta acompañarme de un trago, amigo?.
Me miró de arriba a abajo, se acercó, miró la botella -Azecto!- dijo.

Iba por la mitad de la botella y la charla se encaminó:
- Por 1000 rupias le digo dónde está el vampirito.
- 1000 rupias! No es mucho?
- Si lo encuentra, y lo mata, va a ser famoso y va a ganar mucho más que eso

La treta me era conocida, pero era el borracho de la taberna! Tres tardes seguidas en la misma taberna, ni él ni yo nos íbamos a ir a ningun lado. No podía estafarme sin que lo encontrara luego!
Pagué las 1000 rupias y me contó de una casona, entre los árboles del bosque, bastante apartada de la ciudad.

Dejé al borracho con el resto de la botella, pasé por la posada a buscar mi equipo y salí inmediatamente en su búsqueda.
Llovía torrencialmente, y ningún taxi paraba. O quizás la lanza los amedrentaba un poco, así que tuve que caminar.

Luego de una hora bajo el agua, llegué al final del sendero y encontré la casa. Era enorme! Una mansión de tres pisos. Me acerqué con mucha cautela, por el frente, y miré por una ventana. Estaba totalmente oscura. Traté de abrirla, pero estaba cerrada.
Probé suerte con un par de ventanas más, sin éxito.
Comencé a rodear la casa. La pared lateral era alta y sin ventanas, imposible entrar por ahí. Seguí hacia el patio trasero. Y apenas doblarla esqunina me lo topé de frente. Un relámpago lo iluminó por un segundo. Pálido. Los ojos desorbitados inyectados en sangre subrayados por unas ojeras profundas y oscuras. Sus brazos cruzados sobre sus pecho, como una antigua momia. Instintivamente retrocedí patinando en el barro. La lanza cayó al piso y no me animé a quitar la vista al mosntruo para levantarla. Reculando, saqué la espada de la vaina, y la puse enfrente del conde, que seguía avanzando. Levanté la espada sobre mi cabeza (como si fuera un hacha) con la intención de partirle la cabeza a esa bestia, pero la espada pesaba demasiado y me venció hacia atrás, dejándome sentado en el piso. En la caída, el bolso con el ajo y la estaca quedaron lejos. Otro relámpago cruzó el cielo en el momento en que ese monstruo se abalanzaba sobre mí.
El "CLINK" de los dientes sobre el metal rompió el silencio de la noche. Mi cuello de acero había evitado la mordedura.
El conde, sobre mi cuerpo, su cara a centímetros de la mía, la lluvia sobre ambos. Sonrió, y pude ver sangre en su boca, y sus dientes, destrozados, pero por sobre todo, ví sus ojos, enfurecidos.
- Pensás que el cuello es el único lugar por donde sangrás? -Me dijo, un instante antes de retorcerse y abalanzarse sobre mi brazo, mordiéndolo con fuerza.
- Noooooo! - grité con todas mis fuerzas - Soy RH negativooooooo y tengo colesterol altooooooo -
Y entonces, cuendo pensé que me iba a desmayar, escuché las voces, y ví las luces de las linternas. Un grupo de hombres, salidos de la nada y vestidos todos de blanco, sacaron al conde de encima mío, mientras reían a carcajadas.
- Es la tercera vez que sale éste mes -dijo uno de ellos.
- Sí, vamos a tener que revisar por dónde -contestó otro.
Una de las linternas iluminó al conde, que seguía con los brazos cruzados sobre su pecho.
- Semillas de Chía - me dijo, mirándome por sobre su hombro - son buenas para el colesterol.
Las carcajadas de los hombres de blanco sacudieron los haces de luces, y uno pasó brevemente por un cartel a lado de la puerta donde se leía claramente en letras grabadas: "Manicomio", para luego iluminar al "conde" envuelto en su chaleco de fuerza.

Los hombres y las luces se metieron por la puerta y yo quedé de nuevo solo, bajo la lluvia y en la oscuridad.
Estuve sentado allí por unos minutos, hasta que el susto pasó y pude razonar. Un loco me había mordido! Por suerte tenía la entitetánica y la antigripal al día.

Pero...  además había sido estafado!
Volvi hecho una furia, a la taberna del puebo a buscar al borracho. Cuando entré los murmullos se silenciaron. El borracho ya no estaba en su mesa. Obviamente, no lo iba a ver nunca más. Pero a quién ví fue a uno  de los hombres de blanco, un enfermero del manicomio, acodado en la barra, rodeado de sus amigos. Me señaló diciendo -Es él! RH negativo! -seguido de un coro de carcajadas cómplices de toda la taberna.

Salí avergonzado y volví a la posada. Me dí un baño y me dormí.
Al otro día, cuando desperté, decidí que ésto de cazar vampiros no era lo mío, y luego de desayunar partiría.
Mientras desayunaba, las posadera cuchicheaba sin disimulo con el personal de limpieza. Y sonreían tapándose la boca.

Salí a la calle, y escuché al canillita gritar "Extra, extra! Nueva víctima del loco que se cree Drácula! Conozcan a RH negativo!, extra extr….! - se detuvo cuando me vió, y luego del instante de sorpresa, se tiró al piso a reirse con ganas mientras me señalaba. Los transeúntes no tardaron en únírsele.
Parecía que cada persona de la ciudad sabía la historia, y no tenía problemas en burlarse abrietamente al cruzarme por la calle.

Hice mi equipaje y decidí volver a mi pueblo.
Decidí evitar el camino principal, y tomar una alternativo. No lejos de la ciudad me encontré con el primer prostíbulo mixto. Habían servidores sexuales de ambos sexos. Bastaron un par de preguntas para averiguar que varios de los hombres que trabajaban allí, debido a la inexperiencia, se habían enamorado de sus "clientas", y habían decidido huir juntos.
Había pasado con algún que otro hombre mayor también.
He ahí el misterio de las desapariciones. Lo demás, un cuento inventado por las viejas sin nada más interesante que hacer. Como el del ajo. Como lo de la estaca.

El camino era de varios días, y no tenía apuro por llegar. En el mismo, me crucé con varios viajeros, que traían noticias de la capital, y al reconocerme, me convertían en el objeto de sus burlas. Al parecer, el mote de  "RH Negativo" me acopmañaría hasta mi muerte.

Fué durante uno de esos encuentros, mientras acampábamos, que un grupo de tres adolescentes comenzaron a mofarse y decidí alejarme de los caminos, internándome en el bosque, buscando paz. Pero me siguieron. Aunque no los veía, mientras me alejaba escuchaba sus voces llamándome "Errehacheeeeeee, te voy a mordeeeeeer".
Bajé por la ladera de una colina y llegué a un lago, con éstos tres vándalos por detrás. Rodeé el lago, corrido por sus burlas, y encontré una precaria cabaña claramente abandonada. Me interné en ella sin que me vieran.
Allí, lo único que había eran unos utensillos de cocina viejos y agujereados, y algunos andrajos. Sin pensarlo mucho, me vestí con ellos. La idea era que pensaran que yo era un viejo hermitaño que vivía ahí desde siempre, si me encontraban.
Escuché las voces acercarse.
Tomé un colador de fideos todo oxidado y me lo llevé a la cara para cubrirme.
Seguían acercándose.
Ví por una ventanita sin vidrios un cobertizo a pocos metros de ahí. Quizás ahí podría esconderme mejor. Me arrastré entre el pastizal en esa dirección.
Los ví buscar meticulosamente alrededor y dentro de la cabaña. "Errehacheeeeeee, dónde estáaaaaas"?
Me metí en el cobertizo.
Los escuché más cerca,. Tomé un viejo machete oxidado y sin filo, y con la intención de asustarlos, salí revoléandolo, vestido con harapos y el colador en la cara.

No se asustaron. Al contrario. Se retorcieron en el piso a carcajadas. Éstos adolescentes, sin temor a nada…
Los maté a los tres.
A machetazos
A una la tuve que perseguir.
Tiré los cuerpos al lago.
Fué el primer grupo de adolescentes que maté.
Lo recuerdo bien, fué un martes 13.
No sé si alguien recuerda mi apodo, pero mi nombre es Jason. Encantado.

viernes, 19 de mayo de 2017

El falso 9

    Don Manuel había llegado al pueblito desde España, terminando la segunda guerra mundial.
Apenas llegado empezó a trabajar en la fábrica de zapatillas. Con el tiempo, fue subiendo de categoría hasta convertirse en jefe de sección, y ese sería su último puesto antes de jubilarse.
En medio, se casó, tuvo dos hijos, un nene y una nena: José y Ana, que crecieron felices en su hogar.
Pero por lo que Don Manuel era reconocido, era por su pasión por el fútbol. Los domingos, se pasaba horas tratando de enganchar alguna señal AM en su radio portátil, sentado bajo la parra de su patio.

Ya era un hombre grande cuando se formó el primer equipo del club del pueblo: El Desparramo Unido. El nombre había sido decidido en una de las tantas partidas de truco de los viernes a la noche en el club, en donde los sucesivos vermouths ya no dejaba pensar claramente. Como muchas de éstas cosas, empezó como una joda, y quedó.

Don Manuel, inmediatamente se convirtió en el primer hincha fanático del equipo. Iba a verlo jugar a la canchita del pueblo, y cuando podía, lo seguía a otros pueblos. La radio había quedado olvidada en un rincón, pues, en vivo era mucho más excitante. Tanto, que Don Manuel, calmado y sereno en su casa y en el trabajo, era conocido como "Manolo el puteador" en las canchas.

Y su vida habría sido sólo eso,  si no fuera porque un día nació Alberto, su primer nieto.

Ya en la fiesta de bautismo de Alberto, Don Manuel vino con su regalo: Una flamante pelota número 3.
A medida que Alberto -o Beto- iba creciendo, Don Manuel lo iba envolviendo en su mundo del fútbol. Se llevaba su nieto a las canchas, le enseñaba las canciones de aliento, le compraba camisetas, botines y medias, le indicaba cómo putear al árbitro y esas cosas del folklore futbolero.
Por supuesto, Beto fué contagiado por tan intensa pasión, y así, y él y su abuelo habían construido un lazo envidiable.

Beto empezó a jugar al fútbol en cuanto tuvo edad para hacerlo. Y fue creciendo con ese impulso. Partido que había, partido al que iba. Pero aún así, era siempre elegido último en el "pan y queso". Y es que Beto, simplemente no tenía esa habilidad innata que caracteriza al crack. A veces marcaba algún gol, que era gritado por Don Manuel hasta quedar afónico, pero no era muy frecuente.
Don Manuel, repetía hasta el cansancio "Ya te vas a soltar y vas a ser furor". Pero a medida que pasaba el tiempo para Beto, la duda de que fuera a ser cierto iba en aumento
Y fué en su adolescencia temprana que se llegó a plantear que quizás ésto del fútbol no era para él, pero tenía tanto miedo de romper el corazón de su abuelo... Estaba en ésta disyuntiva, cuando le llegó la invitación para jugar en la reserva amateur de Desparramo Unido, un equipo local.
Eso bastó para que se le despejaran las dudas. A lo mejor sus amigos no veían algo que sí había visto el entrenador, y era por eso que a él lo llamaban y a ellos no.
Lo que Beto no sabía, es que el entrenador había cedido a los reiterados ruegos de Don Manuel, de dejarlo probarse.

En el partido bautismo, Manolo el Puteador estaba más eufórico que nunca. Sus compañeros de hinchada, ya sabían la noticia: El Beto Sánchez iba a jugar. Y nada menos que de 9!

Apenas empezado el partido, Beto salió disparado hacia la puerta del área rival, esperando el pase de algún compañero para encarar y a pura gambeta llegar al arco rival... pero iban 10 minutos del primer tiempo y esa pelota nunca llegaba.

Beto bajó un poco, hasta 3/4 de cancha, para ayudar en el recupero de pelota, y estaba en eso, cuando su arquero en un despeje, lanzó la pelota alto y lejos.
Beto, calculó en dónde iba a caer la pelota... mal. La pelota rebotó delante suyo, y volvió a subir, pasando por encima de él y de su marcador.
Todos pensaron que tal pifie en realidad había sido un amague para desorientar al defensor.
Beto tuvo un poco más de reacción que el defensor y corrió al segundo lugar en donde la pelota tocaría el piso, seguido por su marcador mirándole el número de la camiseta. De frente, le salió el central. Beto, se olvidó de la pelota. Vio a esa humanidad de 1.87 metros venírsele encima a la carrera, y por miedo a lesionarse, decidió esquivarlo.
La pelota cayó a centímetros de ambos, sobre un pozo que tenía la cancha, dándole una trayectoria impredecible para el pobre defensor, que vio cómo ésta rebotaba en su rodilla y mansamente se posaba rodando en la trayectoria que Beto llevaba, quien al ver ésto la punteó un poco hacia adelante y aceleró nuevamente.
Sólo quedaba el arquero entre él y la red. Decidió apuntar y disparar. Le dio con la punta del pié al medio de la pelota que salió zumbando por el aire, en una leve pendiente ascendente. El arquero, la vio pasar por el costado de su cabeza, con dirección al arco.
Don Manuel, parado a un costado del arco, estaba preparando la garganta para gritar ese, el primer gol de su nieto en un partido oficial... y jamás podría haber adivinado lo que ocurrió a continuación: la pelota rozó el palo, por el lado de afuera del arco y se estrelló en sus anteojos, destrozándolos y clavando mil astillas de vidrio en los ojos.

Don Manuel despertó en un hospital. Lo primero que preguntó fue: "¿Ganamos?"
Beto, al lado del él, le dijo "Sí, abuelo... pero tus ojos..."
Los médicos del hospital habían trabajado 6 horas seguidas para sacarle los vidrios de los ojos, pero el daño era irreparable.
Don Manuel recibió la terrible noticia: No iba a poder ver nunca más.
Beto le dijo: "Abuelo, no voy a jugar más...", compungido y atravesado por la culpa.
- No querido! - dijo Don Manuel - Vos tenés que seguir con tu sueño. yo no te voy a poder acompañar cómo antes, pero de alguna manera te voy a acompañar.

Y así fué que Beto siguió jugando al fútbol, en la cuarta categoría de Desparramo Unido. Don Manuel volvió a su radio. Ésta vez, lo seguía por la flamante FM del pueblo.

Quiso la casualidad que en la primera del mismo equipo, empezara a jugar un pibe, de 9, llamado Roberto Sánchez. Y sí, con el mismo apodo que Alberto: Beto.

Éste Beto, llevaba jugado dos partidos, y ya se le notaba la habilidad en la sangre. Y el tano "Vichenzo" no tuvo mejor idea que hacerle una broma a Don Manuel. Ése sábado, le dijo a "Manolo" que sintonizara la FM de la capital en vez de la del pueblo, que era una sorpresa. A Don Manuel no le agradaba la idea de no escuchar el partido de su nieto, que jugaba a la misma hora.
- Bueno - le dijo -pero un ratito nomás.
Sintonizó la radio justo cuando empezaban a transmitir la formación de su equipo, y el corazón le falló un latido a escuchar "Nueve - Beto Sánchez".
- Pero cómo! - exclamó.
- Era una sorpresa - le dijo el tano - ahora juega en primera.

Escucharon el partido entero. Faltando 10 minutos para el final seguían empatados 0 a 0, Beto Sánchez toma la pelota elude a dos rivales y al arquero y la clava en un ángulo.
Don Manuel gritó el gol hasta desangrarse la garganta. Los ojos destrozados se le llenaron de lágrimas y se abrazó al tano llorando. Fue entonces cuando el tano se dio cuenta que había ido muy lejos en su broma.

El tano se fue de ahí con un nudo en la garganta a abrir su carnicería. Cuando comenzaron a llegar los clientes, el tano no pudo más, y comenzó a contar lo que había hecho a quién quisiera escucharlo. Los clientes, lejos de reprocharle nada, le dijeron que estaba bien. Que a Don Manuel no le quedaba mucho tiempo de vida y que le había dado lo que siempre había soñado, el primer gol de su nieto en primera.
No pasó mucho tiempo antes de que todo el pueblo se pusiera de acuerdo en no revelar jamás el secreto a Don Manuel.
Cada domingo, Don Manuel y los amigos se reunían a escuchar el partido del Beto jugando en primera. Luego iban al club a comer unas rabas, y la gente que los cruzaban en la calle, lo felicitaban por los goles del Beto.
E incluso, su nieto, que lo veía tan feliz, le contaba hazañas futbolísticas que no eran suyas.

Siguieron así los meses, hasta que un día, pasó por allí un médico alemán, que iba de paso a la capital.
Fue en el club tomando una gaseosa donde  conoció a Don Manuel.
En medio de las charlas casuales el doctor le pidió a Don Manuel permiso para revisar sus ojos, lo que terminó con una frase poderosa "Éste ojo creo que puede salvarse, y va a poder ver de nuevo".

En los días siguientes la noticia se hizo vox pópuli. El turno para operarse era en dos semanas. Y el tano, y sus otros amigos, estaban felices y tristes al mismo tiempo. ¿Cómo le iban a decir que lo tuvieron engañado todo éste tiempo, justo con lo que más quería? ¿Entendería que comenzó como una inocentada y luego lo mantuvieron para verlo feliz? Estaban pensando en éstas cosas, cuando el entrenador de la primera de Desparramo Unido se hizo presente en la carnicería.

- Estoy enterado de todo- dijo- y creo que algo podemos hacer.
El tano y los amigos escucharon atentos.
- Organizamos un amistoso con el equipo del pueblo vecino, y lo convoco a Alberto a jugar en vez de Roberto. Allí, Alberto tiene que fingir una lesión, que lo aleje del fútbol. Yo voy a dar fe de que es cierto. Don Manuel va a cumplir el sueño de ver con su ojos (bueno, con uno) a su nieto jugar en primera, y nunca va a saber que su nieto es un queso.
Todos asintieron, quedando de acuerdo.

Pasó la operación, pasó la rehabilitación y llegó el momento en que Don Manuel podía salir a ver el mundo nuevamente, aunque a través de unos anteojos de vidrios muy gruesos. Ese viernes a la tarde salió de la clínica, tomó el colectivo a su pueblo, y al llegar a su casa su familia, Beto incluído, lo esperaban.

Don Manuel disfrutó la comida, pero disfrutó mucho más hablar con su nieto sobre táctica y estrategia futbolera para el partido del día siguiente.
Esa noche, apenas pudo dormir.

El sábado, la ansiedad lo carcomía. Quería que pasen las horas más rápido para a la tarde llegar a la cancha a escuchar el pitazo inicial.

Y llegó nomás.
Don Manuel, convertido de nuevo en Manolo el puteador, estaba ésta vez parado en las gradas altas, detrás del arco local con su grupo de amigos. alentando al equipo de sus amores, pero sobre todo, a Beto, sangre de su sangre.

El partido si bien era amistoso, se fue volviendo medio chivo. La rivalidad entre los dos pueblos se ponía de manifiesto en la cancha y se pegaban más de lo que jugaban. En esa batalla, la pelota rara vez llegaba a ninguna de las dos áreas, y cuando lo hacía era siempre por un pelotazo sin destino. Un partido malo. Pero para Don Manuel, era el partido más maravilloso del mundo.
No paraba de darle instrucciones a Beto (instrucciones que indicaban a dónde correr nada más, porque no le llegaba una pelota ni de casualidad).
Comenzó el segundo tiempo, y ésta vez Manolo tenía al arquero rival ahí abajo, que por supuesto convirtió en blanco de sus puteadas.

De repente, en el minuto 40 del complementario, una bola sin destino y rodando "chanfleada" le llega a Beto. Así como viene, Beto, la toca para enderezarla, y ésta pasa por entre las dos piernas del mediocampista defensor que lo marcaba. Beto sale disparado detrás de la pelota, y ve cómo le salen el lateral y el centrar a marcarlo. Primero llega el central, con la plancha sobre la pelota. Beto pierde el equilibrio al diputar la pelota y sale cayéndose hacia un lado y la pelota por el otro... pero el lateral que venía a la carrera le pega un topetazo y lo reincorpora en su vertical.
Beto aprovechando ese impulso, sigue corriendo, dejando atrás a los dos defensores caídos. En frente el arquero sale todo despatarrado tratando de achicar el espacio lo máximo posible. Beto trata de tirársela por arriba, pero le pega al piso primero que a la pelota. Esta apenas se eleva, aunque lo suficiente para pasar entre el brazo y la pierna del arquero ya sentado .
La pelota da un pequeño rebote y sigue apenas rodando, con Beto detrás y el arco solo enfrente. Imposible errar.
En ese instante, por la cabeza de Beto pasan las tardes con su abuelo, los abrazos, las corridas con el viejo detrás de las pelotas, ... y recuerdo amargo del viejo quedándose ciego....

Con la bronca apretada entre los dientes, Beto le pegó a la pelota con violencia, con furia,  para que su abuelo viera la red hincharse y que gritara ese gol que nunca había visto.
Ese instante duró una eternidad.. Golpeó la pelota lo más fuerte que pudo, y finalmente escuchó el grito de su abuelo tomándose la cara con las dos manos, con el resto del estadio en silencio: "LAPUTA QUE TE PARIOOOOOO", luego de que la pelota se estrellara nuevamente en sus flamantes anteojos.

miércoles, 10 de mayo de 2017

Servicio técnico

- Servicio técnico, buenas tardes.
- Hola. Mirá, me vendieron una computadora y no tiene internet…
- Pero… usted la conectó?
- Si si, eso fué fácil, pero no tiene internet.
- Está seguro que está conectada a la red?
- Sí, claro! Si nó como andaría? No me tome por estúpido!
- No señor, no se me ocurriría. Simplemente le estoy haciendo las preguntas de rutina para poder determinar la causa del problema.
- Ok, ok.
- Entonces, está conectado a la red, o sea que la primera luz del router está prendida, verdad?
- Qué?
- La primera luz del router. Si está encendida…
- Qué router?
- Perdone, a qué red está conectado?
- A la red eléctrica. Si no cómo prendo la computadora?
- Entiendo. Ahora tenemos que determinar si está conectado a la red de su proveedor de internet.
- Bueno.
- Su proveedor de internet le debe haber dejado un aparatito al final del cable que le instaló. Ese es el router. Podría fijarse si está encendida la primera luz, por favor.
- Ahora vengo.
- ….
- La primera de la derecha o de la izquierda?
- La de la izquierda, señor.
- Ok, ya vuelvo.
- … salvo que escriba en chino, de izquierda a derecha.
- Ya vine. Si, está encendida.
- Muy bien. Ahora, tiene la computadora con el WIFI habilitado?
- Sí.
- …Cómo está tan seguro?
- Porque no tengo plan de datos.
- Perdone pero no entiendo.
- No tengo plan de datos, acá en el celular, así que checkeo facebook por WIFI, o sea que sí, tengo WIFI.
- Ah, claro, claro. Pero yo necesito saber si su computadora está conectada a WIFI.
- Y si hay en el celular hay en la computadora, no? Mire, no me pasa con alguien que de verdad sepa?
- Déjeme intentar solucionar su problema, y si no puedo le paso con alguien más, si?
- Bueno, pero rápido que estoy apurado.
- Ok. Voy a tratar de ser lo más claro posible. Dígame, vé algo en el monitor?
- Sí.
- Qué vé?
- La marca.
- Cómo?
- Sí. Dice "Sansung"
- Ok, ok, yo decía en la pantalla.
- Sí, está unos dibujitos, pero no tengo internet!
- Claro, eso vamos a solucionar. Tiene un dibujito que abajo dice "Red"?
- Sí.
- Bueno, tome el ratón y hag…
- No tengo.
- No tiene ratón?
- No.  Teníamos, pero trajimos un gato y ya no quedó ni uno.
- Y… cómo le llama usted a aparatito que tiene al lado del teclado?
- Calculadora.
- Tiene una calculadora al lado del teclado?
- Sí.
- Y del otro lado?
- Maus.
- Ése! Tiene que tomar el "maus", arrastrarlo para que el puntero se posicione sobre el ícono "Redes", y presionar el botón izquierdo.
- Ícono?
- El dubujito.
- Ah, pero vos me decís que tengo que hacer click ahí.
- Sí.
- Arrastrar, puntero, presionar botón… decíme "hacé click", soy un usuario avanzado.
- (Si, claro) ok, lo voy a tener en cuenta de ahora en más. Se le tiene que haber abierto una ventana, verdad?
- Todas están abiertas.
- Cómo?
- Sí. Hace calor, si abro todas entra una vientito que refresca. Si abro una sola no se hace corriente de aire.
- (La puta madre, a mí me tenía que tocar), no… yo decía en el monit… EN LA PANTALLA! No se abrió una ventanita!
- Ah, sí! Es que me confundís.
- Bien, puede ver el nombre de su red WIFI allí?
- No, yo no tengo WIFI.
        - (WTF!) Pero si me dijo que el router tiene la primera luz encendida...
        - Si, no estaba, pero la prendí yo.
        - Cómo la prendió?
        - Con el control remoto.
        - Usted habla del decodificador de cable?
        - Sí. Acá le decimos "deco", pero usted le dice "ruter"
- Y cómo es que su celular se conecta por WIFI?
- Si. A la del vecino. Me conectó mi sobrino de 13 años.
- Ok, Puede ver el nombre de la red de su vecino?
- Si, acá está. La tengo enorme.
- Qué!?
- LATENGOENORME es el nombre de la red de mi vecino.
- Ahhh, ok. Bueno, haga click en el nombre, y dígame qué ocurre.
- Me pide una contraseña. La ingreso y me dice que es incorrecta.
- Es posible que su vecino haya cambiado la contraseña?
- No! Cómo va a cambiar mi contraseña!? 
- Pero si el WIFI es de su vecino, la contraseña es de él!
- No, no! La computadora es mía, yo le pongo la contraseña que quiero.
- Disculpe, usted está ingresando en la red WIFI la contraseña de su computadora?
- Si. Uso la misma para todo, para no olvidarme.
- Entiendo, pero es que la contraseña WIFI la pone el vecino. Es distinta. Usted la sabe?
- No.
- Y, por casualidad, su sobrino es amigo del hijo del vecino?
- Sí! Cómo lo sabe?
- Porque su sobrino tuvo que saber la contraseña para poder conectar su celular al WIFI.
- Espera, ya lo llamo y le pregunto.
- Ok, avíseme cuando la tenga.
- Te gusta por el culo?
- QUE!?
- La contraseña es "tegustaporelculo", pero con un 3 en vez de la "e" del "Te".
- Ok, ingrésela por favor.
- Listo.
- Y ahora tiene internet?
- No.
- A ver, sabe cómo abrir una consola?
- No, pero no quiero jugar a la play ahora, eh? Quiero internet para ver porno.
- Qué play?
- La consola…
- No, yo decía si sabe abrir una ventana de comandos… mire, apriete la tecla windows.
- La del dibujito con los cuadraditos deformes?
- Eh… sí, esa.
- Listo.
- Ahora escriba "cmd"
- Listo
- Ahora presione la tecla más grande que tiene en su teclado.
- Se llama "tecla mayúscula", para que aprendas algo. Y listo.
- No, la tecla mayúscula es… uff, presione "ENTER".
- Listo. Me abrió una ventana negra, con una letra C, dos puntitos y un signo "boquita de pescado".
- Boquit?… ok, ok. Ahora escriba "ping google.com"
- Listo.
- Qué vé?
- Unas lineas que no entiendo.
- Pero en algún lado vé las palabras "Request time out"?
- No.
- Entonces, señor, ya está conectado, y tiene internet!
- No.
- Cómo que no?
- En mi computadora vieja yo tenía un dibujito como una "E" azul grande pero chica, me entiende? Eso era internet! Y acá no está!
- Grande pero chica? Ah, usted dice que es una "E" minúscula. Pero eso no es internet, eso es el navegador.
- No, no. Eso era internet! Yo ahí veía porno! De todas maneras, por hablar con vos se me pasó el tiempo y está por llegar mi mujer, y ya no puedo cascarme. Pasáme con tu supervisor.
- Sí señor, un momento.
- …
- (Fingiendo otra voz). Hola? Soy el supervisor del área, en qué puedo servirle? 
- Mi computadora nueva no tiene internet, y su empleado no sabe cómo ponerlo.
- Entiendo. Es nuevo y es bastante inútil. Lo que tiene que hacer es ir al lugar donde la compró y pedir que se la cambien por una que sí venga con internet. Desde acá no podemos hacer nada.
- Ahhh, ya me parecía. Muchas gracias!
- Por nada. Y que tenga un buen día.